Un camino largo, requiere que hagamos pausas para el descanso; un camino largo y conocido, nos ofrece confianza, nos hace sentir seguros, nos invita a transitar por él y a disfrutar el recorrido; un camino desconocido, por el contrario, nos llena de incertidumbre y de temor al pensar qué tan corto o tan largo puede ser, asaltándonos la ansiedad por recorrerlo de manera rápida y continua, sin descansos, pudiendo en el trayecto presentar sobresaltos al tropezar o caer.

La vida puede ser un camino largo,  tortuoso y  lleno de abrojos, cuando es influida por una voluntad engañada por aquellos que siembran el mal en un corazón dudoso que no tiene fe ni esperanza.

Una voluntad sin plena conciencia de lo que significa vivir, podría hacerte desistir de andar el camino correcto para que llegue tu espíritu con la pureza esperada al lugar del eterno descanso.

Si tu pensamiento divaga por caminar por lo incierto, por  soltarte de la mano del divino guía, te perderás en el desierto, buscando una salida para llegar a una vida, donde por estar perdido no te espera nada.

El buen camino es una larga línea continua, a veces pausada por las lecciones de vida que forman un puente de palabras hermosas, para caminar sobre rosas como una alfombra tersa y perfumada.

El constructor del camino va con pasos seguros y finos, repintando la línea, para tener la fe y la confianza que vas caminando para encontrarte con la verdad y la vida.

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre sino por mi” (Jn 14:6)

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