De los días del ayer, traeré a  mi memoria los más felices, no importa lo que digan los que sentencian que vivir en el pasado es quedarse anclado en un puerto sin futuro, y aseguran, que todos deberíamos vivir en el presente, en el aquí, en el ahora, para no vivir engañados.

Si bien es cierto que vivir es un privilegio, habría que consentir, que hay muchas maneras de vivir, pero sólo hay una que nos da la seguridad y la confianza de vivir a plenitud, manteniendo la esperanza, la paz y la armonía.

El vivir se construye todos los días, y de ti depende que el edificio de tu vida, tenga los sólidos cimientos para resistir los fuertes vientos que suelen acompañar a la tormenta.

Vivir, es sentir cómo se establecen los puentes de empatía con  todos aquellos seres, que te acompañarán en el trayecto de camino, donde se forjará tu destino.

Vivir, es despertar todos los días sintiendo cómo la fuerza y el poder de tu voluntad, te da la certidumbre de que  vives para crear y disfrutar un nuevo mundo y no sólo  dejarte llevar por la costumbre de decir que vives, porque puedes respirar.

Sí, a mí me gusta recordar los felices días, porque me gusta revivir los sentimientos, que originan la alegría que se traduce como felicidad; sentir de nuevo aquella inigualable paz, al ser arrullado por los brazos de mi madre, y verla a los ojos, mientras llega lentamente la magia de aquella melodía que me hacía dormir y soñar con los ángeles. Los días en familia, de risas y alegres cantos, sin envidias, sin egoísmo, con mucha solidaridad que hacía resaltar el valor de la hermandad, días, cuando inmediatamente después de cometer una tropelía, se podía pedir perdón y ser igualmente perdonado, sin tener que ser condenado por una falta  venial.

Vivir, era poder ir a la cama con la conciencia tranquila y la seguridad de despertar cada mañana con tan buen ánimo, derramando alegría, donde el cansancio era producto del gasto de energía, generado por tanto jugar, y dormir tan relajado, sabiendo que al despertar, el buen sol nos recibiría con la luz y la energía para poder de nuevo cargar nuestras baterías.

De los días de ayer, traeré para empezar, los más gratos recuerdos,  aquellos, donde el amor sobresalía, el amor en familia, el amor de los hermanos, de los amigos de la mujer elegida, de los hijos y los nietos; pero sobre todo, el amor de todos los días, el que nos prodiga Dios y no tiene caducidad, porque es para toda la vida, y más, para la ansiada eternidad.

 

Correo electrónico.

enfoque_sbc@hotmail.com