Por años contemplé el crecimiento del árbol que había plantado con tanto amor, lo cuidé con esmero, y orgulloso veía su tronco embarnecer y abundar en su follaje, hasta que un día me pudo dar refugio en los días más soleados y en las tardes más lluviosas.
Por años me pregunté, cuánta sabiduría habría acumulado quien de la tierra había absorbido tantas historias del pasado, curioso quise tallar un poco su tallo, pensando que detrás de la firme corteza, encontraría aquel tesoro de conocimientos milenarios, pensando, que si posaba mis labios sobre la desnudez del árbol, estos absorberían la vital sabia, que despertaría en mí la paciencia dormida, la anhelada tolerancia, el vigoroso deseo de la sobrevivencia.
Quién más me podría enseñar tanto de la vida, sino aquél que conjuga toda la sabiduría de los cuatro elementos del origen del universo y el origen del hombre.
Por años, mis pies, como las raíces, han querido horadar la tierra para llegar al manantial de agua viva, y mis brazos como largas ramas, llegar al cielo para tocar el origen divino de mi estirpe.
Por años, el fuego de mi curiosidad, consume lo que permite mantener encendida la llama, que ha de esclarecer la verdad escondida por la soberanía universal a nuestra raza, que yace confundida entre su naturaleza humana y la divinidad.
Sea mi mente tierra fértil, para recibir con alegría la semilla del árbol de la sabiduría.
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