José Azpeitia

Permítame iniciar estas líneas con una historia que a pesar de ser cercana ya empieza a hacerse añeja.
Corría octubre del 2014 y gobernaba Tamaulipas Egidio Torre Cantú.

Uno de los secretarios de ese gabinete, cuyo nombre se mencionaba en corrillos de Palacio de Gobierno y círculos políticos como firme aspirante a ser candidato a la gubernatura, por el PRI desde luego, llamó a este servidor para invitarle un café, el cual acepté.

Ya frente a frente, puso las cartas sobre la mesa con una pregunta: ¿Qué necesito para construir una imagen que me permita ser considerado como candidato a gobernador?

No había por qué pensar la respuesta. Le dije que el primer atributo -fuera del “dedazo”- que debe tener un aspirante a ser electo en cualquier ámbito, debe ser el nivel de conocimiento popular. Para empezar, le dije, es recomendable que por lo menos el 60 por ciento de los tamaulipecos sepan quién eres, deben reconocer tu rostro, deben haber oído hablar de ti, bien o mal, pero debes serles familiar. El resto te conocerá durante la campaña si eres el favorecido.

Creo tener eso, respondió. Y minutos después se retiró.

Ya no lo volví a ver como Secretario. Dos meses después renunció al cargo por circunstancias que no viene al caso mencionar.

Ligado a esto, surgen dos preguntas. La primera:

¿Por qué esta recapitulación?

Porque tal vez a usted le haya llamado la atención la intensa movilidad de quienes en su círculo íntimo buscan ser el elegido de su respectivo partido para ser candidato a Gobernador de Tamaulipas en el 2022. Arman reuniones, difunden sus actividades, promueven las bondades de los gobiernos en los que laboran y empiezan a integrar redes de amigos y a la vez voceros no oficiales.

Va la segunda pregunta: ¿Por qué lo hacen?

Lo hacen precisamente por lo que señalé párrafos antes: Porque no los conocen en Tamaulipas. Varios de ellos apenas son identificados en sus terruños pero en el Estado aún pasan inadvertidos para la mayoría de los votantes potenciales. Necesitan ser reconocidos, saben que es una condición básica para sus proyectos.

Que lo logren en menor o mayor medida no es posible saberlo todavía. Habrá que darles tiempo para conocer los resultados de sus incursiones en medios políticos, empresariales, laborales, culturales y desde luego, periodísticos, pero en medio de esa batahola de discursos, presentaciones y lindezas por el estilo, también existe la otra cara de esa moneda.

Son aquellos que aguardan tranquilos, sin aspavientos, con una certeza a cuestas: No necesitan andar, como dice la voz popular, de la ceca a la meca.

Uno de esos casos es Felipe Garza Narváez, actual representante en Tamaulipas de la Secretaría de Gobernación. Felipe no ha buscado reflectores, no se “aparece” en reuniones ni busca ser convidado a cuanto evento se celebra.

Y la razón es sencilla: El ex diputado local tres veces por voto directo entre otras medallas, lleva una larga ventaja sobre quienes se exhiben sin medida. Si usted pregunta en Nuevo Laredo, en Reynosa, en Matamoros, en Mante o en Tampico -ni hablar de Victoria- si conocen a Felipe, por lo menos 8 de cada 10 dirán que sí.

Ya lo dijo antes el brillante colega, Alberto Guerra: No se hagan bolas, es por ahí…

MENTIRAS VERDADERAS

Años atrás, mi inolvidable compadre Andrés Espinosa Casas, entonces Subdirector de Prensa en la UAT, me dijo algo que se me quedó grabado:

Cuando declaras ante el Ministerio Público no importa lo que digas. Importa lo que te pongan o lo que te obliguen a decir.

Algo parecido es el caso de Emilio Lozoya. Ante un paredón simbólico, diría sin duda que su vecino mató a Kennedy, si así se lo ordenan.

Y será la verdad oficial…

Twitter: @LABERINTOS_HOY