Los mexicanos hace una década dejamos atrás el Pico de la obesidad para establecer su prevalencia entre la población, ante la tibia intervención del gobierno para mejorar la calidad de vida a través de publicidad aguada para una vida de alimentación sana y de ejercicio, hasta el que muchas familias sufran tristeza e impotencia por los estragos en la salud por diabetes, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares que afectan corazón, cerebro, riñones y ojos, en especial. Un fracaso de salud pública, si es que algún día permitieron al sector Salud movilizar su esfuerzo, como sí sucedió con el uso del tabaco, al que el gobierno dio lucha sin tregua

Un estudio por la Universidad Iberoamericana muestra que durante el confinamiento covid-19 creció el consumo de comida chatarra, videojuegos y TV entre adolescentes y niños. En el caso de alimentos chatarra el aumento fue 24% en educación primaria, 30% en secundaria y 44% en nivel medio superior. En estos dos últimos grupos se registró incremento en consumo de cafeína, de 48 y 55% y uso de redes sociales (49 y 65%) reflejo de situaciones “de mucho malestar emocional pues la escuela es espacio para socializar”. La Organización Mundial de la Salud da datos sobre el impacto en la salud mental. Los casos de ansiedad y depresión aumentaron en más de 25% a escala global, con picos en lugares muy afectados por la enfermedad y con mayor impacto sobre las mujeres. En 2020, los casos de trastorno depresivo grave registraron alza de 28% en un contexto en que la pandemia impidió de manera significativa el acceso a los servicios de salud mental.

El estudio considera demostrado que el agotamiento entre los trabajadores de la salud, la soledad y los diagnósticos positivos por covid-19 aumentan la posibilidad de abrigar pensamientos suicidas. Si bien se espera que algunas de estas problemáticas remitan conforme se recupera la normalidad y se dejan medidas drásticas de confinamiento y distanciamiento social, debe tenerse en cuenta que muchos de los efectos de esta etapa serán duraderos y no desaparecerán por sí solos, sino que exigen esfuerzo decidido y específico por autoridades y la sociedad. Cuando se habla del aumento en la ingesta de comida chatarra, se debe tener presente que estos productos resultan adictivos por su alto contenido de azúcares, por lo cual retomar hábitos saludables excede el marco de la voluntad individual y reclama políticas de concienciación y acompañamiento, de particular importancia en México que enfrenta alarmantes tasas de obesidad y diabetes entre la población más joven.

El alza en los padecimientos de salud mental exige despliegue institucional y cambio en los paradigmas sociales, como dejar atrás el estereotipo de que se trata de asuntos personales pues son tema de salud pública. Es correcta la reforma a la Ley General de Salud que elimina el modelo de aislamiento para pacientes siquiátricos y establece la figura de consentimiento informado en la atención médica y mental. Lo que está claro es que los efectos de la pandemia y de las medidas tomadas para tratar de controlarla continuarán entre nosotros por tiempo indefinido, por lo cual es necesario prepararse para encararlos con el mayor acierto posible.