Una difícil pregunta que suelen hacerse aquellas chicas que, lejos del calor y comprensión materna han optado por cambiar su vida de juventud por la maternidad. Cierto: la juventud no está peleada con la maternidad, y eso lo sabemos: nuestras abuelas se casaban a los 15 ó 16 años y ejercían una maternidad completa y compleja, aunque eran tiempos en que a la mujer se le denigraba mucho, porque se consideraba que no era capaz para muchas cosas que hoy realiza con excelencia.
Pero ellas tenían siempre ese tiempo para aliñar a sus hijos, corregir la bastilla o el cuello de la camisa; para enseñar como colocar el primer rimmel a sus hijas, o como caminar con zapatillas sin hacerlo como animales grotescos y fracturados.
Las madres de siempre han estado ahí, en la historia de cada uno de nosotros, y lo que pensamos que no se vale es que ellas ejerzan un embarazo no deseado, orillado por circunstancias que tienen poco que ver con su voluntad.
Unas, lo hacen para salirse de casa, o por falta de una información adecuada, a pesar de que vivimos en la época en que todo lo hay para aprender. Y las cifras asustan: 10 mil 500 adolescentes registraron un embarazo en el año 2015, cuando en el año de 2016 disminuyó muy poco, pero ha disminuido: 10,250 registros.
Este año, las autoridades sanitarias esperan entregar buenas cuentas y que haya menos chicas embarazadas. Incompetencia, ignorancia, irresponsabilidad… llame como quiera al problema, pero de que es una realidad ahí está, y el asunto es que las chicas tienen muchísimos riesgos en su salud, amén de la falta de madurez que a veces hace mella en la formación de sus pequeños.
La subdirectora de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Secretaría de Salud, María Martínez Escobar dijo tienen registro de 230 embarazos en chicas de 11, 12 y 13 años de edad, en tanto que unos 10 mil casos surgen en chicas de 14 a 19 años.
Este problema se suscita en la frontera y en municipios pequeños, pero es un tema que requiere mucha atención y difusión, de ahí la importancia de hacer uso de otras estrategias para llegar a la población meta, y evitar los problemas que surgen cuando una pequeña resulta con un embarazo que, además, viene a ser una carga para la familia, porque por lo general quien se encarga de la formación de los chiquitos son los abuelos maternos, y en algunos casos, dejan a su suerte a las madres, propiciando un muy grave problema en todos sentidos.
Algunos desquiciados mentales afirman que las niñas son las que provocan estos casos por su forma de vestir o de actuar, influenciadas en lo que ven en televisión, argumentando que son conductas que se imitan. Otros peores, culpan un sinnúmero de violaciones a los instintos del hombre provocados por la mujer.
Nada más estúpido y alejado de la realidad: hay que trabajar todos en una cultura de respeto a ellas desde que nacen, porque el que se quieran vestir como visten no debe ser motivo de iniciativa para hacer cosas que no se quieren o no están bien. Nada justifica las violaciones ni los embarazos no deseados, más que una acción equivocada.
Se espera que para el año 2013 la estadística nacional de embarazos de niñas de 10 a 19 años se registre en ceros, lo cual puede ser posible en tanto participemos los involucrados: padres, hermanos, profesores, alumnos, autoridades y más.
Y aquí vale la pena recordar aquella frase que hace treinta años cruzó para quedarse: “Recuerda cuando estés con una mujer, que tienes hermanas, primas, tías, madre, abuela y otras mujeres en casa: haz lo que quisieras que hicieran con ellas. Lo que no te guste que les hagan o digan, no incurras en ello”.
Y esa frase sirvió de mucho, porque fue un motivo para respetar a esas miles de mujeres provocativas o no, que han sido víctimas de un desquiciado y que merecen todo nuestro apoyo y respeto. Venimos de una mujer: ¡respetémoslas a todas, por amor de Dios! Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com