“Hazme sentir cuanto antes tu misericordia, pues en ti he puesto mi esperanza. Muéstrame el camino que debo seguir, ya que hacia ti he levantado mi corazón” (Salmo 142:8)

Un buen día, encontré a mi Señor, meditando en un hermoso prado, sin más, me senté junto a él y permanecí callado, pasado unos minutos me dijo: _¿Por qué te preocupa tanto pensar que las personas que amas no crean en ti? Avergonzado, porque él sabía todas las respuestas, me quedé callado por unos instantes, y después le dije: Tú me conoces mejor que nadie y sabes que aquellos que desconfían de mí tienen un motivo para hacerlo, pero también sabes, que no todo lo que envuelve el motivo es cierto, y más que dolerme el hecho de que no me crean, me duele el haber ofendido a mi prójimo, porque nunca deseé ofenderlo y porque en mi corazón hay un arrepentimiento verdadero; me duele sentir que no he sido perdonado por aquellos que he ofendido, pero me consuela el hecho de haberme acogido a tu misericordia y sentir el alivio de tu perdón.

Padre, no te alejes de mí, acompáñame siempre, cuando viene la tormenta, cuando acecha el enemigo, cuando hay confusión o desesperanza, no permitas que nada ni nadie me aparte de tu lado.

“Enséñame a cumplir tu voluntad, pues tú eres mi Dios. Entonces tu espíritu que es infinitamente bueno, me conducirá a la tierra de la rectitud y santidad” (Salmo 142:10)
El saberme débil no me exime de culpa; que mi sentir, mi pensar y mi actuar, siempre pase por el filtro de tu sabiduría y sea tu amor mi mejor respuesta para seguir por el camino de la verdad.

Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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