Mis ojos se iluminaron con la luz que irradiaba la figura de mi hermosa y amada madre, ahí estaba ella, parada en su cocina como antaño, amasando la harina de trigo para preparar unas exquisitas tortillas; tenía tiempo que no lo hacía, sí, desde aquel momento en que sintió que ya no tenía el ánimo, ni la fuerza de ayer, pero, algo en su interior le decía que regresara a los suyo, a aquel asombroso dinamismo que siempre la ha caracterizado, y así fue, como con la ayuda de Dios regresó de aquel letargo obligado al sentir que todo había cambiado.

Los adultos mayores no podemos engañarnos, mucho menos, las personas que se encuentran en la edad de oro, el tiempo va mermando nuestra capacidad física y mental, y al percatarnos de la llegada de “los dolores y los achaques”, empezamos también a dejarnos atrapar por el desanimo, mas, ésta no es la regla, porque si se tiene una buena salud mental, y sobre todo un espíritu enamorado de la vida, siempre se tendrá la capacidad de vivirla aceptando cualquier tipo de discapacidad que se presente.

Algunas veces me han preguntado mis pacientes ¿De qué madera estarán hechas aquellas personas que no se doblegan ante la inevitable llegada de la vejez? Yo les contesto: de la misma madera que estamos hechos usted y yo, pero, la diferencia estriba en la actitud que se tiene para enfrentar los retos que nos depara el tiempo.

“Pues sabed que viene el tiempo, y ya llegó, en que seréis esparcidos, y cada uno de vosotros se irá por su lado, y me dejaréis solo, si bien que no estoy solo, porque el Padre está siempre conmigo. Estas cosas os he dicho con el fin de que halléis en mí la paz. En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza, yo he vencido al mundo” (Jn 16: 32-33)

Mi madre nunca ha estado sola, pero seguramente se ha sentido sola entre tanta familia, y no por el hecho de que esté abandonada, por el contrario, siempre está acompañada, mas, siento que eso no le basta, en ocasiones, como seguramente no le basta a otras personas que, teniendo igualmente una numerosa familia, intuyen que se puede tener compañía pero no sentirla.

Mi madre dice que yo soy uno de sus hijos más sentidos, que no preferidos, de ahí que, cualquier ausencia de mi parte le pareciera una eternidad; mas mi mente, mi corazón, pero sobre todo mi espíritu, está con ella a todas horas, pero, algunos de mis hermanos sienten que debería tener mayor presencia física; mi madre ha percibido ese sentir de sus demás hijos, por eso, cuando estoy con ella me pide que me acerque y en voz baja me dice: Yo sé quién eres, no te preocupes por lo que escuches, eres y serás para mí un buen hijo.

Mi madre ama a todos sus hijos, no tiene preferencia por ninguno, ni hace distingos, nos conoce a todos, así como Dios Padre conoce a todos sus hijos y nos ama por igual; yo conozco a mis hermanos y todos aman a mi madre, seguramente como yo la amo, no hay diferencia en cuanto a la intensidad del amor, si acaso, la habrá en la forma de demostrárselo.

“Mas al poneros a orar, si tenéis algo contra alguno, perdonarle el agravio, a fin de que vuestro Padre que está en los cielos, también os perdone vuestros pecados. Que si no perdonáis vosotros, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas ni oirá vuestras oraciones” (Mc.11:25:26).

En una ocasión una de mis hermanas me dijo: muchas personas conocen a nuestra familia a través de tus escritos; mas no percibiendo el sentido de su comentario, le pregunté: ¿Y eso es bueno, o es malo?, ya no me respondió; pero en verdad les digo que todo lo que aquí narro, no tiene mayor propósito que el de dar un testimonio de gran amor que Dios tiene por todos nosotros y de todas las bendiciones que nos ha otorgado. Somos una familia como muchas en el mundo, y Jesucristo nos ha mostrado el camino de la verdad y de la vida; en cada uno de nosotros se ve reflejado su amor, no somos una familia perfecta, somos una familia que anhela estar siempre en gracia de Dios, Él ha perdonado nuestros pecados, y nos ha dado infinitas oportunidades para regresar a su rebaño, somos una familia con una gran fe, que mueve y conmueve.

Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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