“Porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que, teniendo una comezón extremada de oír doctrinas que lisonjeen sus pasiones, recurrirán a una caterva de doctores propios para satisfacer sus desordenados deseos, y cerraran sus oídos a la verdad, y los aplicarán a las fábulas” ( 2 Timoteo 4:3-4).
El viento esparce el calor generado por la inconformidad del hombre, nadie parece ya estar interesado en escuchar, en leer o en buscar la verdad, todo cuanto le llega al oído, lo siente mejor, porque se ahorra la necesidad de tener qué pensar, porque no tiene tiempo para meditar sobre lo bueno y lo malo; pareciera, que se encuentra a la orilla de un precipicio, que sólo le ofrece dos oportunidades: caminar con cautela por la larga y sinuosa orilla hasta encontrar un apacible terreno plano, y así no desbarrancarse por la ansiedad causada por la incertidumbre, o tirarse mejor al vacío, pensando, que lo que está en el fondo podría ser un reconfortante colchón que amortiguará su caída y a la vez le proporcione la comodidad anhelada sin tener que esforzarse en buscarla por su cuenta.
Mi pensamiento se encuentra igualmente extraviado, tentado por guardar silencio ante un mundo que privilegia la indiferencia, y si habla, lo hace por lo general para criticar los defectos de sus iguales, resaltando las imperfecciones del ser humano y reflejándose, por cierto, en cada personalidad torcida, encontrando en ellas afinidad por la forma de conducirse en la vida.
Ese extravío en mis decisiones, resulta para mí sólo temporal, pues no soy nadie para renunciar a la encomienda que el Señor puso en mis manos; no seré yo quien decida cuándo debo de callar, cuándo dejaré de escribir, cuándo dejaré de llevar el mensaje que pone Él en mi mente, que inquieta a mi espíritu y que me mantiene a salvo, cuando la tormenta de desesperanza amenaza con nublar la razón.
El domingo, sin duda, es el día del Señor ¿Por qué no habremos de estar con él? ¿Por qué no escuchar su palabra?, ¿Por qué no detenernos un poco a meditar? ¿Por qué no hacer una oración comunitaria para pedirle a Dios que se quede con nosotros y perdone nuestras ofensas?
Señor me hablaste y no te escuché, me tocaste y no te sentí, y ahora mi pensamiento, sólo atiende la inconformidad de no encontrarme de nuevo contigo.
Dios nos dé sabiduría, y con ello surjan las respuestas a toda confusión que se nos presente en la vida.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com