“Jesús dijo: por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.”(Mc.10:18).

Nadie dijo que yo era bueno y si lo dijo, fue en un momento en el que así lo parecía, tal vez, porque era portador de un corazón de niño, sí, ahora recuerdo, se lo escuché decir a mi madre; tal vez también se lo escuché decir a mis hermanos cuando estos eran pequeños y me necesitaban; después se lo escuché decir a mi esposa, tal vez porque compartía cada uno de sus más preciados momentos; también lo escuché de voz de mi mejor amigo, cuando percibía mi preocupación por su bienestar; sé que mis hijos lo han pensado alguna vez, pero no me lo han dicho, porque piensan que debo saberlo; pero ahora se lo he preguntado a mis nietos, y en su inocencia, piensan que los soy; también algunos de mis paciente lo han dicho cuando les procuro cuidados para su salud; pero, como dice Jesús, nadie es bueno sino sólo Dios, porque a mi entender si yo lo fuera, verdaderamente estaría cumpliendo con los mandamientos del Padre celestial, y si bien es cierto, que no he llegado a trastocar toda la voluntad divina, el sólo hecho de incumplir con uno de los mandatos divinos, me aleja de la posibilidad de ser bueno.

De una cosa si estoy seguro, quiero ser bueno, pero, sé que existe una falla en mi desarrollo terrenal; dirían los especialistas de la conducta humana que algo quebrantó mi natural tendencia a serlo, cuando mi personalidad se estaba conformando, mas, a pesar de ello, no he dejado de intentarlo, y en el camino he ido descubriendo que la única forma de acercarse a ello es renunciando a sí mismo para entregarse a los demás, procurando felicidad y haciendo de ella la mía propia; pero he de reconocer, que se tiene gran dificultad mientras no se esté convencido de corazón que es el mejor camino, sobre todo, ahora cuando circulan conceptos sustentados en estudios científicos que aseguran que la felicidad depende de la voluntad de cada quién, y surge la pregunta ¿ Cómo se puede ser feliz por sí mismo, cuando te duele tanto la infelicidad de tu prójimo? Pienso que la ciencia con todas sus buenas y malas aportaciones, no nos conduce a la verdad absoluta.

Difícil situación enfrenta el hombre si no se reconoce como hijo de Dios, y en ello, no concibe en la voluntad del Padre, el que seamos todos felices.

He encontrado que las personas que se acercan más a la práctica de la bondad a la que Jesús nos invita a todo momento, son las madres, porque al concebirnos, están en gracia de Dios, de ahí que, los hijos recibimos en nuestro corazón el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Llevando con nosotros por naturaleza divina el amor, nuestra tendencia natural es permanecer en gracia de nuestro Creador.

En todo este tiempo, tal vez la única persona que sigue pensando que soy un ser bondadoso es mi madre, porque para una madre jamás habrá otro concepto, porque el amor de ella es el más cercano al amor que Jesucristo siente por nosotros.

Pido perdón a todos aquellos a los que haya decepcionado en la vida, seguiré trabajando en la renuncia personal orando siempre para que Jesucristo siga a mi lado y me siga mostrando el camino de la verdad y de la vida.

Dios nos ilumine con sabiduría para reconocer en la felicidad de los demás la nuestra, solo amando de verdad se puede llegar a despojarnos de nuestro egoísmo.

Dios bendiga a nuestras familias y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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