En las relaciones de pareja, el despecho es un concepto que se maneja mucho y que tiene poco de honorable, decente o congruente: es una actitud que toman los que no saben perder, los que no entendieron que sobran o los que no han aprendido que su actitud no es la correcta y la gente no tiene obligadamente que aceptarles.

El despecho es un sentimiento que ocasiona grandes daños a ambas partes, por lo que implica hacia el que lo maneja y el que redibe los resultados de expresioens poco favorables, por lo general, que desvelan secretos exclusivos de pareja que se vuelven públicos y perjudican notablemente a uno de ellos.

Y viene a colación por el caso de Marte Alejandro Ruiz Nava, quien se ostenta como regidor independiente en el cabildo de Victoria, mismo que ha despotricado contra el doctor Xicoténcatl González Uresti, quien montado en su “cuaco” llegó para registrarse como precandidato del PAN a la alcaldía de Victoria, en un cambio de camiseta por muchos criticado, pero por otros más, aceptado, considerando que el chapulineo es lo más normal dentro del ámbito político mexicano.

En primera instancia, no existe la fidelidad a las convicciones y postilados: la clase política solo le es fiel al depósito por nómina y prerrogativas económicas: no conocen decencia, postulados, filosofía, principios o algo más.
En segunda instancia, Ruiz Nava ha olvidado que como “independiente” llegó a tener el trabajo que hoy ostenta gracias a Xicoténcatl y a haber sido incluido en la planilla, y por efectos de una ley electoral poco comprensible él está en la nómina municipal y no Xico.

Tacha el regidor in-dependiente a Xico de traidor. No somos de la idea de que haya que estar cambiando de filosofías y postulados, pero quien menos tiene autoridad moral para hablar es Marte, quien se ha dedicado a ensuciar la reputación de mucha gente, sin pensar en lo que ha hecho bien y lo que ha dejado de hacer.
Insistimos: no comulgamos con la idea de que alguien cambie de partido o filosofía, pero de ahí a calificar de traidor…

Lo que sí es condenable es cuando alguien se sale de determinado partido y se va a otro, dejando en claro su inconformidad y diciendo todas las cosas malas de lo que fue su casa. Caso específico, el porro Lozano, Márgara Zavala, o en el ambiente estatal, los que han ido del PRI al PAN, de Morena a PRD y viceversa, y todos esos que, encaprichados porque no les dieron la oportunidad que creen merecer cambiaron de bando.

Y lo peor de todo es que se salen hablando pestes de su anterior instituto político.

¿Por qué no se dieron cuenta cuando estaban dentro? ¿Porque cobraban bien? O se es crítico o no se es, pero serlo unos días y otros no, habla de una fala de madurez y firmeza, de principios y más.

Si tuvieran tantita honorabilidad anunciarían su renuncia al partido “tal” por razones personales, deseando éxito a todos y esperando haber dado e paso adecuado, y no ensuciar la reputación de políticos y partidos.

Son los menos indicados, y eso de tirar estiércol a sus partidos solamente deja en claro que son unos déspotas, rencorosos, que no tienen honorabilidad.

Si ya no les llenan los postulados del partido, si no están conformes con un dirigente que no se somete a sus caprichos y no son capaces de disciplinarse, pues váyanse, en silencio, sin tirar lodo a los demás.
Tengan la decencia de hacerlo como caballeros, y no como esos despechados que se van y hablan horrores de la ex pareja.

Así se ven todos esos que despotrican, que se horrorizan de un partido porque se conduce mal, y se dan cuenta luego de 20 o 30 años de haber vivido de él.
Como que no es congruente la medida, porque ahora sí, cuando se salen se dan cuenta de la mugre que emanaba de sus filas.

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