“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. (Salmo 90:12)
Creo, ¡oh mi Señor!, que por más dificultades que haya enfrentado en la vida, nada fue tan malo que pudiera arrebatarme la certeza de que si salí victorioso fue porque tú siempre estuviste a mi lado. El tiempo suele ser un buen maestro cuando aceptamos que hemos venido al mundo a aprender y a aplicar la sabiduría y el amor del Evangelio de Cristo, pues las caídas podrían generar dolor, pero mayor será la alegría de saber, que en las cicatrices que dejan en nuestro cuerpo, podemos ver y sentir siempre cómo tu suave caricia en la herida nos sana y nos une más a ti; más, si las heridas estuvieran en el alma, seguramente tu divino espíritu igual me sanaría, porque para ti no hay imposibles y harías de mis angustiosas noches, maravillosos y brillantes días
Enséñanos Padre a no dejamos abatir por la tristeza, cuando la ligereza de nuestros pasos se acorte y las distancias nos parezcan más lejanas, cuando nuestra mirada pareciera no llegar a ver la claridad del esplendor del horizonte para apreciar cuándo se apaga la luz del sol, enséñanos a ver con el corazón, porque entonces, ya no habrá más prisas, porque tú estarás más cerca de nosotros, y tu luz y tu amor nos mostrarán el camino de la fe que mantiene la esperanza en la promesa de una nueva vida.
Enséñales Jesús, a los jóvenes, a ver también con el corazón, para que no vean en los problemas cotidianos, el motivo de darse por vencidos, que brillen más las cosas del espíritu, que la tentación de perder la fe, buscando siempre tener la razón, que busquen en el corazón lo que piensan que han perdido, que confíen en ti y que dejen de tener pretextos para encontrar en el perdón el camino para reconciliación y resurja el amor que los mantuvo unidos.
Bendícenos Señor con el don de la sabiduría, para vencer la egolatría que nos hace perder la razón.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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