“QuÃtense de vosotros toda amargura, enojo, ira, griterÃa y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:31:32).
¿Y tú por qué estás enojado? ¿Acaso no te ha ido bien en la vida? O ¿será que una vez que probaste la miel de lo que consideraste éxito o buena fortuna durante tu juventud, ahora que has adquirido las responsabilidades de adulto, todo te parece amargura? Que te casaste, dices, y ahora lo lamentas, porque resulta que, comparado con tu alegre y libertina vida de soltero, sientes que el matrimonio es un pesado yugo, que te exige tener paciencia, tolerancia y empatÃa. Ahora resulta que estás conociendo realmente hasta dónde llega tu poder, ahora que las cosas no siempre son como tú deseas, que tienes que tomar en cuenta a tu mujer, sÃ, a la que al parecer sólo te unió un deseo y no el amor, porque el amor no era realmente como tú lo concebÃas, porque esa libertad que exiges para ti, no aplica para tu esposa. Ahora resulta que te sientes ofendido, que eres una vÃctima, sientes que tu machismo ha sido degradado y tu espÃritu requiere seguir siendo libre y no estar cautivo por las exigencias de ser un buen esposo. Que tienes hijos dices, y resulta que de acuerdo a la escala de tus necesidades alcanzan un grado de satisfacción personal, pero no lo suficiente como para llenar el vacÃo que te ha dejado el pensar que tu matrimonio es un fracaso. ¿Acaso sabes lo que significa ser un buen padre de familia? Lamento decirte que distas mucho de serlo, porque un buen esposo y un buen padre, necesita saber lo que es el amor por el prójimo.
¿Que tú también necesitas ser amado? Estoy de acuerdo contigo, pero, asà como Jesús nos amó primero a nosotros, debemos de amarlo a él como Él nos ama y sÃ, el amor exige sacrificios, pero cuando la entrega total es por amor podrás sentir como todo resentimiento, odio, afán de venganza, todo lo que hoy está reflejando tu cuerpo material y tu espÃritu, desaparecerán para siempre, hasta entonces, no te podrás sentir feliz, ni podrás ser feliz cambiando de esposa y castigando a tus hijos.
“Venid a mà todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mÃ, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis el reposo para vuestras almas. Porque suave es mi yugo y ligero el peso mÃo.
Dios bendiga todos los matrimonios y familias. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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