“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5:5)
Escuché un lastimoso llanto de una mujer y me dirigí hacia ella, le pregunté: ¿Por qué lloras mujer? Y ella contestó: Porque todos abusan de mí, lloro porque estoy molesta conmigo misma, por ser tan sensible, por no saber decir que no, por no poner límites, por no poder gritar ya basta. ¿Acaso no te das cuenta que lo estas diciendo ahora? le dije. Ella contesto: sí pero no lo hago en el momento en que siento que soy débil y cedo a las demandas de quienes aun siendo de mi propia familia, han subestimado lo que yo considero es mi nobleza. Al escuchar aquel lamento sincero, la mujer me contagió el mismo pesar, el mismo dolor, y un sentimiento de misericordia que me llevó a consolarla; minutos después se sintió más tranquila, por lo que le pregunté: ¿Crees que el ser bondadosa es el motivo de tu congoja? Si bien es cierto que bueno sólo es Dios, nosotros debemos de tratar de ser lo mejor posible para con nuestro prójimo y no olvidar ser buenos con nosotros mismos y considerar que el rechazar aquello que causa malestar al cuerpo y al espíritu, no riñe con los mandamientos de la ley de Dios, así es que, si algo te resulta desagradable y afecta tu autoestima, recházalo sin ningún remordimiento de conciencia; ten presente, cuando dudes, que puedes contar siempre con la intervención de Jesucristo nuestro Señor, quien pondrá en nuestra boca las palabras correctas para aclarar cualquier circunstancia que mortifique tu alma.
“Sea, pues, vuestro modo de hablar, si, sí; o no, no: que lo que pasa de esto, de mal principio proviene” (Mt 5:37)
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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