Hoy es un domingo muy especial para la familia, la conjunción de amor, el encuentro de muchas almas y la presencia triunfante de Jesús resucitado llena de esperanza los corazones de los seguidores de Cristo.
“Señor no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará para sanarme” y sin duda él entró en nuestro corazón para sanar las heridas que nos hemos causado por no seguir sus divinas enseñanzas, y aprovechando el momento de la santa intimidad, con sincera aflicción le digo: Padre, mi corazón ha sido duro como una roca, sólo tu amor logra ablandarlo y ponerlo en paz, cada vez que estás conmigo, me llega un sincero arrepentimiento por todo aquello que lastima a mi prójimo y te ofende a ti, por eso te pido, que no permitas que mis ojos se cieguen ante la verdad, que mis oídos se nieguen a escuchar a aquellos que piden ser escuchados, que mi boca calle cuando debe de hablar de ti y de tus divinas enseñanzas, no permitas, mi Señor, que mi mente se niegue a reconocer mis debilidades o se canse de alabarte a través de mis escritos; no permitas, mi Dios, que la soberbia le gane el paso a la humildad. Señor sólo tú eres bueno y nos das la oportunidad de estar en tu gracia al cumplir con tu mandato, si he de seguir cayendo por mi torpeza, por mi insensatez, te pido siempre estés en esos momentos de prueba para tomarme de la mano y levantarme para que retome el camino correcto.
Hoy es un domingo muy especial para las familias, mantén los lazos de amor para que se mantenga la solidez de las uniones entre esposos, entre padres e hijos. Entre abuelos y nietos, entre amigos y compatriotas, para mantener un solo objetivo: el amarte por sobre todas las cosas y contar con tu ayuda para allegarnos la paz y el bienestar que tanto anhelamos. Amén.
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