“A Dios nadie lo ha visto jamás: El Hijo unigénito, existe ab eterno en el seno del Padre, él mismo en persona es quien le ha hecho conocer a los hombres” (Jn 1:18).

Hoy amanecí con este pensamiento: ¿Quién ha visto a Dios?  La verdad, no dudaba de mi fe, sólo que en ocasiones, cuando platico con alguna persona que me dice que no cree en nada, o que sólo cree en una fuerza superior universal, respetando sus ideas me pongo a pensar, que Dios, incluso, obra el bien hasta en los que no creen en él, y que dentro de su plan maestro contempla el hecho de que cada uno de nosotros podamos tener un encuentro muy personal con su divinidad ¿Cuándo?  En el momento en que cada uno de nosotros estemos preparados para conocerlo.

Yo creo que Dios siempre está presente, algunas veces camina a nuestro lado, otras, va delante de nosotros allanando el camino para que no tropecemos; otras tantas, siento que Dios está en nuestro interior, despertando a nuestro espíritu adormilado y recordándole la custodia de nuestro cuerpo.

Cuando Dios está en mi interior, me mueve a que realice lo que más le agrada: dar amor; y de esta fuerza poderosa, siempre emergen cosas buenas como la misericordia, el perdón, la renuncia al egoísmo, la entrega sin esperar nada de aquellos a quienes les obsequiamos toda nuestra benevolencia. Cuando Dios está en mi interior, siempre me avisa de alguna forma, por ejemplo, empiezo a tener sueños hermosos, entre la noche me despierta una fragancia a rosas; o simplemente, al mirarme al espejo veo algo diferente en mi cara; podría pensarse que me embriaga una especie de locura por hacer cosas buenas, que a los ojos de los demás, acostumbrados a vivir un ambiente de tantas falsedades, de desconfianza, de envidas y de rencores, resulta hasta peligroso ser buena persona.

Cuando Dios está presente, el hecho de creer en él nos facilita el poder verlo en nuestro prójimo, incluso verlo en nosotros mismos.

“Yo le he visto; y por eso doy testimonio de que él es Hijo de Dios. Y viendo a Jesús que pasaba, dijo: He aquí el cordero de Dios” (Jn 1:34,36).

Dios nos dé sabiduría para que nuestro corazón se abra a aceptar incondicionalmente el amor de Jesucristo, abra nuestros ojos para que podamos ver en nuestro prójimo al mismo Cristo y abra nuestros oídos a la palabra viva de su Evangelio para que siempre encontramos el camino para ser salvos y alcanzar la vida eterna.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

enfoque_sbc@hotmail.com