El servicio público da muchas satisfacciones, pero también provoca muchos problemas, lamentablemente no solo a quien se dedica a ello, sino también al entorno familiar, pues las reacciones que tiene la actuación pública, a veces van más encaminadas a perjudicar a miembros de la familia.
Todo aquel que aspira a un cargo de elección popular o que tiene la fortuna de trabajar en gobierno, sabe que será objeto de críticas, pues la envidia es una cualidad de quienes no tienen la fortuna o la capacidad para ello.
Y si bien es cierto que se preparan para recibir tales críticas, nunca se preparan para que los afectados sean su entorno familiar y es ahí, en esas circunstancias, donde se pierde la confianza, se duda del empeño y se maldice la mala entraña de los contrincantes políticos.
Hay quienes piensan que nadie es honrado al asumir un cargo en gobierno, pero tal vez esa forma de pensar obedezca a lo que ellos harían si llegaran a ocupar un cargo de responsabilidad en el servicio público.
Es decir, hablan en función de su ambición personal y no de la actuación del criticado, pues bien piensan que si llego ahí y no aprovechó la oportunidad es un tonto.
Pero también el sentido de pertenencia los hace más comedidos con sus amigos, conocidos y familiares, pero no con el resto de la sociedad, lo cual los sitúa dentro de la sociedad de doble moral.
Afortunadamente ya no aspiro a ningún puesto en el gobierno o a un cargo de elección popular, pues a estas alturas de mi vida no quisiera causarles un problema a mis nietos.
Podrá usted pensar que experiencias habrá tenido, pues de todas, desde las campañas mediáticas con el único fin de perjudicar mi imagen, hasta la de ver cómo le negaban a mi hijo la posibilidad de integrar la selección de ligas pequeñas, por el solo detalle de ser hijo mío.
Nunca entendí la razón de ese actuar, sobre todo cuando el entrenador me dijo que las cualidades de mi hijo eran excepcionales, pero que de “arriba” le habían pedido que no lo convocara.
Sigo esperando a que ese de “arriba” plenamente identificado se acerque a pedir una disculpa por el injusto error de perjudicar a mi descendencia, pero como eso sucedió en 1996 he perdido la esperanza de que ya de viejo reconozca su error.
Por esas mismas fechas fui denunciado ante las Procuradurías, Estatal y Federal por desvío de recursos, como tenía los elementos probatorios que demostraban mi inocencia, no me preocupé, hasta que recibí una llamada de mi madre sumamente asustada por haber recibido ella un citatorio para que me presentara a aclarar el supuesto desvío.
La actuación del Síndico de aquel entonces fue tan perversa que puso como domicilio para oír y recibir notificaciones al negocio de mis padres, así que esa notificación, se la entregaron al mozo de limpieza, este se la dio al jefe de piso de la mueblería, este se la llevó a la gerente de la oficina y ella se la entregó a mi madre.
Todo el personal supo que un hijo de los dueños estaba siendo buscado por la policía.
Acudí a la cita, demostré con documentos que eran falsas las acusaciones y la autoridad declaró el no ejercicio de la acción pena.
Aún sigo esperando las disculpas de ese funcionario mal intencionado y no para mi, sino para mi madre que todavía vive y que creo que aún a sus 91 años las merece, pues fue mucha la inquietud que le provocó.
Solo menciono estas dos, porque hubo más, pero esas solo me perjudicaban a mí y supe defenderme de cada una de ellas, inclusive presentando mi renuncia para enfrentar a la justicia en forma personal.
Ojalá que quienes hoy aspiran a algún cargo de elección popular o a trabajar para gobierno, estén preparados para lo que les viene, pues yo a mis 67 años de edad, todavía no aprendo a NO GUARDAR RENCORES.