“La paz os dejo, la paz mía os doy; no os la doy yo, como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde. Oído habéis que os he dicho: Me voy, y vuelvo a vosotros. Si me amáis, os alegraríais sin duda de que voy al Padre; porque el Padre es mayor que yo. Yo os lo digo ahora antes de que suceda, a fin de que cuando sucediere, os confirméis en la fe” (Jn 14:27-29)

Cuán susceptible es el hombre ante las tribulaciones, si antes de la confusión no sabía a donde ir, después de ella, corre despavorido a esconderse de su miedo, y en el camino de la desesperanza, en ocasiones suele acordarse de Dios diciendo: Señor ¿por qué me has abandonado? Cabría en esos momentos preguntarnos: ¿Quién ha abandonado a quién? Mientras en mi vida reina una aparente calma, vivo alejado de mi Señor, mientras no lo necesite, no me hace falta invocarlo en oración ¿Para qué hablar con Él, para que molestarlo? A pesar de la ausencia y del abandono, Jesús siempre permanece a nuestro lado; ¿Pero dónde, dónde está? se pregunta el incrédulo; Él está donde lo alojaste la primera vez que necesitaste de su auxilio; está en tu corazón, debes buscarlo ahí y al encontrarlo responderá a tus súplicas.

El viento moverá el polvo que dejó el desastre, el agua borrara la sangre de los caídos, la tierra seguirá adaptándose a los cambios que le impone la ignorancia y el hombre escuchará con más atención la palabra de Dios y la paz regresará a su corazón, peo jamás olvidará que la fe es una fuerza que nos acerca más al Todopoderoso, al que controla los elementos y el que decide los acontecimientos para retornar al rebaño y ser guiados por el Buen Pastor.

Dios mío y Señor mío, quédate siempre con nosotros, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quien nos ofende, no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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