“No temas, digo, que yo estoy contigo; no te desvíes, pues yo soy tu Dios; yo te he confortado, y te he auxiliado, y la diestra poderosa de mi Justo te ha amparado” (Isaías 41:10)

Hela allí, sola y sumida en sus pensamientos, viendo tal vez a la nada, en una desesperada y triste espera, no queriendo dejar pasar los segundos, los minutos, las horas y los días; preguntándose algunas veces ¿Por qué ahora, precisamente cuando más necesito la presencia de los que tanto he amado? ¿Por qué nadie entiende que mi tiempo, ya no está en su tiempo? ¿Por qué no comprenden, que mi ansiedad no es un achaque de la vejez, no es tampoco una necedad, que es un esfuerzo desesperado para utilizar mi reserva de energía para sellar todas las fisuras que pudimos generar con nuestra incomprensión, las desilusiones y las malas interpretaciones que se dan en una relación tan amorosa como lo es el de una madre con sus hijos? ¿Acaso no entienden que quiero afianzarme al lazo de amor que garantiza la viabilidad de nuestra existencia presente para llevarla a una eternidad?  Ahí está ella, sentada, y puedo percibir que lo que piensa, lo que desea, y me ha llamado con su pensamiento, y yo vengo de la nada buscando una respuesta a mis temores, y cuando le pregunto por los suyos abraza con su amor los míos y me pide que no tema, y cuando le hablo de mi vejez, ríe, porque sabe por lo que estoy pasando, por eso me consuela, diciéndome que tenga fe y me invita a sentar para que mi apresurada apreciación del tiempo se disuelva al decirme que en realidad éste no existe, que es nuestro pensamiento el que le pone límites a nuestras oportunidades, para disfrutar el espacio, que es nuestra ignorancia, la que no nos permite ver más allá de todo lo que sentimos nos afecta y que resulta ser el mayor ladrón de nuestra felicidad, y luego, me da el consejo de que piense en positivo y entonces podremos entender, que todo aquello que parece negativo, ocurre para que abramos los ojos y nos demos cuenta de lo que en verdad importa, y que se resume con la palabra amor.

Si amas en verdad, no tendrás la desesperada sensación, de que no eres feliz, de que te has pasado todo el tiempo caminando sin sentido, de que tu vida es un desastre, de que eres el único que está perdido. Si amas de verdad, te encontrarás a ti mismo, y dejarás ir al ser egoísta, al orgulloso, al presumido, al rencoroso, al envidioso, al prepotente, al inmaduro, al indolente, al injusto, al déspota, al cruel, al despiadado.

Helo aquí, sentado junto a mí, diciéndome todas estas cosas al oído, respondiendo a mis temores, a mis dudas, sanando lo que nunca estuvo enfermo porque el temor siempre estuvo en mi mente, haciéndome sentir desvalido, vulnerable, con la idea de que olvidara que soy hijo de Dios y que su poder está conmigo.

Dios bendiga a nuestras familias y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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