No me cabe la menor duda, no puedes buscar en lo mundano, los elementos vitales para hablar con el corazón, porque perderse en la superficialidad del materialismo puro, significa extraviarse en un laberinto que sólo conduce a la banalidad y la desesperación; por eso, espero con paciencia a que mi espíritu despierte, porque si bien es cierto que por las mañanas abro los ojos por voluntad regida por mi cerebro, también lo es, el que el despertar del espíritu, sólo obedece al mandato divino que procede de Dios; y para estar en gracia del Señor, al ser bendecido con un día más de vida, toda mi gratitud se vuelca hacia mi Creador, mediante la oración.

Heme aquí, esperando, como espera el novio ansioso la llegada de su amada, esperando la amorosa presencia de mi Señor, en el momento en que mi alma busca anhelante su preciada cercanía, para que mis palabras tengan sentido y cobren vida, para que así, como a mí me motivan y renuevan en la fe, lleguen a todo aquél, creyente o no creyente en el Hijo del hombre, en el Dios único y verdadero, y despierten su espíritu dormido, para acompañar a Jesús en su recorrido en busca de nuestra salvación de todos los días.

Hace un par de días, después de haber pasado algunas semanas sintiendo el peso de una sombra de tristeza que me cobijaba, a decir verdad, sin evidente explicación, mientras comentaba mi pesar a mi esposa, mi Señor habló a mi corazón, tomó mi mano y me llevó a hacer un recorrido por mi vida, y como al incrédulo de Tomás, a quien mostró las heridas de sus manos y costados, para que confirmara su resurrección, me mostró su amada cercanía para auxiliarme en cada uno de mis quebrantos existenciales, quedando en evidencia el porqué de mi carácter, el porqué de mi quehacer y el porqué de mi despertar espiritual.

El suave y fresco viento de la mañana motivó en mí el sentimiento de la gratitud a Dios por despertar una nueva oportunidad para renovar mi fe  para seguir cumpliendo con su voluntad y con ello, dejar la tristeza para otro momento, mientras la luz de su presencia me ilumine, seguiré caminando por la buena senda de su misericordia, su paz y su amor.

¿Acaso en estos momentos tú, mi estimado lector, no estas siendo igualmente bendecido?

¿Acaso el amar tanto puede conducirte a la locura?, ¿cuántos de los que vivimos nuestra fe en Cristo estamos enamorados de su Palabra, del amor que nos profesa y de la invitación que nos hace constantemente para amar a nuestro prójimo?

Mi hija Kattia en un tiempo se disfrazó de payaso para llevar alegría a los hermanos con capacidades especiales, se ha puso un overol para pintar una humilde plaza; repartió abrazos a desconocidos; mi hija María Elena hace algunos años emprendió una campaña para ayudar al financiar los gastos de un amigo que padecía de cáncer. Mi esposa ayuda a los necesitados en todo momento; en una sociedad como la nuestra, esos actos de caridad y misericordia, nos recuerdan que todos estamos siendo movidos por el amor de Jesucristo.

Dios nos conceda la sabiduría necesaria para comprender, que todo aquello que nace de la nobleza de un corazón tocado por el amor de Cristo, no conlleva un interés mezquino.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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