“En verdad, en verdad os digo que quien recibe al que yo enviare, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me ha enviado”(Jn 13:20)
Qué sordo suele ser el hombre que no quiere escuchar más allá de lo que concibe como su mundo, y que se aferra a la costumbre humana que le impone un estatus social o supuesto liderazgo, y con ello a voluntad ejerce su autoridad sin mediar misericordia. Qué ciego el que no ve más allá de su interés y del interés de los que ostentan un poder sobre su prójimo; de nada les valdrá el tratar de justificar sus malas obras, diciendo que sólo cumplieron con su deber o lo hicieron para agradar a su superior.
Para Dios no hay obras pequeñas, cuando éstas se hacen por amor al prójimo y pensando en el bienestar del mismo; quien camina guiado por la luz de la palabra de Jesús, camina al lado de Cristo y hace su voluntad, porque quien se reúne en su nombre Él estará en medio de ellos.
Qué alegría sentir la presencia de Dios en todo lo bueno que sale del corazón, de los que tienen fe y creen en Jesucristo, de los que se unen y se reúnen para hacer el bien, de los que han sentido el llamado de su Creador y escuchan su voz a través del mensajero que ha enviado.
Aclara tus ojos, afina tus oídos, pero sobre todo, abre tu corazón para que tu espíritu reconozca a su Señor y puedas encontrar el camino de la verdad y de la vida.
La vida es el don más preciado que Dios nos obsequió; vivir en armonía y en paz, requiere de tener un corazón amoroso, presto a escuchar el llamado del Señor para ir a su encuentro, llenarnos de gozo y hacer su divina voluntad.
Dios nos dé sabiduría para no cerrar nuestro corazón a la Palabra de nuestro Salvador, y nos ayude, para descubrir que somos más de lo que percibimos materialmente.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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