“Yo he clamado a ti, Dios mío, porque siempre me has oído benignamente; inclina, pues, hacia mí, tus oídos, y escucha mis palabras. Haz brillar de un modo maravilloso tus misericordias, ¡oh Salvador de los que en ti esperan! De los que resisten el poder de tu diestra, guárdame Señor, como a las niñas de tus ojos. Ampárame bajo la sombra de tus alas, contra los impíos que me persiguen. Cercado han mis enemigos a mi alma.” (Salmo16:6-9).
Llorando está su alma por el sufrimiento, resbaló de su intento hacia la felicidad, más, Dios no la dejó caer, la tomó en sus brazos para hacerla fuerte, es por ello bienaventurada, madre maravillosa que ama de corazón, por su rostro corren gotas de pena, pues su corona le fue ceñida apuntando las agudas espinas a la piel de sus pensamientos; la bondad la acompaña en su quehacer, velando por los más pequeños, la humildad es su compañera, más los buitres vuelan sobre su cabeza, y la hiena que la acosa y persigue, quiere saciar su apetito de falsa gloria, aprovechando su cobardía cubierta por el disfraz de su fiereza; más el Señor protege a los pequeños y escucha a este su humilde siervo, que implora la justicia divina, porque la terrena abunda en corrupción y contubernio; obra la conversión en los corazones de roca y que no salgan más palabras profanas e hirientes de su boca.
No hay nadie más poderoso que tú mi Dios, que los ángeles custodios bajen a quitar la espada de los que abusan de un poder, que han ganado, al condenar su alma para ponerla al servicio del mal, limpia esta nuestra tierra de toda injusticia, sea nuestra herencia la paz y el amor que nos procura Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores.
“Yo he clamado a ti, Dios mío, porque me has oído benignamente”
Bendice Padre a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.
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