Salmos 16:7

“Bendeciré al SEÑOR que me aconseja; en verdad, en las noches mi corazón me instruye. (Salmo16:7)

Señor, ¿de qué estoy hecho? Le pregunté desesperado, y mientras mi alma lloraba, el posó su santa mano sobre mi cabeza. Señor, ¿de qué estoy hecho? volví a preguntar, entonces, Él posó su mano sobre la parte baja de mi mandíbula y con un movimiento suave me hizo mirarle a los ojos, y sin decir una palabra me habló al corazón y me dijo: ¿En verdad quieres saberlo? Sí, necesito saberlo, le contesté, entonces, Él se sentó sobre un montículo de piedras que estaba dispuesto a los pies de un frondoso árbol de agradable sombra, y yo me senté a sus pies, sobre la tierra bendita que ellos pisaban, posé mis manos sobre su sagrado manto a nivel de sus rodillas, mientras mi alma lloraba. Entonces Dijo: Un día caminaba por una hermosa playa y me detuve a contemplar la magnificencia de mi obra, y me dije, ojalá estuvieras aquí, contemplando la paz que trae este manso mar y la frescura de esta agradable brisa, entonces me agaché y tomé con mi mano derecha un puñado de arena, más, por ser demasiados granos, vi en ello un cúmulo de probables problemas para definir tu personalidad, así es que sacudí mi mano y después la expuse al viento, y con ello se desprendieron la mayoría de los granos de arena, quedando sólo los necesarios para conformar a un hombre sencillo, tal vez, el más sencillo de los hombres a los que les he dado una forma, por eso en ti existe siempre la duda sobre quién eres, porque ves en otros que no tienen problema para definir su manera de ser; el que camina por la senda del bien no tropezará por sí mismo, pero le pondrán muchos obstáculos, los que caminan por la senda del mal, encontrarán un camino muy corto y pronto llegarán a su destino. ¿Por qué tienes tanta prisa en saber de qué estás hecho? ¿Acaso no te basta el hecho de que fuiste parte de mi obra, creado con amor de una manera tan sencilla que lo único que tienes que hacer es seguir mis huellas para encontrarme? Ahora, consuela a tu alma, porque si tu cuerpo sufre, el dolor hace que se reduzca el espacio que requiere ésta para crecer, y recuerda, que por más pequeño que sea un grano de arena, si estuvo en mi mano, éste será tan grande como para llenarse de sabiduría, así es que, el mar de donde saliste siempre se mantendrá en calma mientras las lágrimas de tu alma no causen una tormenta.

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad de Dios Padre, y la participación del Espíritu Santo sea con todos vosotros. Amén. (2 Corintios:13)

El Señor nuestro Dios está con nosotros, que tu corazón escuche sólo su voz, porque una sola palabra te hará salvo.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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