“Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:6-7)

Qué difícil es entrar en el corazón de las personas cuando la mente insiste en reclamar ofensas, qué difícil tener en la boca las palabras precisas sin hacer sentir que tomas partido por alguna de las partes que se encuentran en conflicto emocional. Con cuánta fuerza defienden su verdad, con cuánta vehemencia de su corazón y cerrazón de sus de sus oídos, ignorando la Palabra de quien es el camino, la verdad y la vida. El que escucha, y pone en práctica el Evangelio de Jesucristo, no tendría duda en renunciar en su afán de pagar mal con mal; cómo duelen las heridas del filoso sentido de las palabras que llegan al alma, seguramente que en esa batalla sin sentido, no habrá derrotas o victorias, sólo la incapacidad de saberse competente para amar al prójimo.

Grita fuerte el que desea imponerse, gesticula más el que desaprueba los argumentos en su contra, el corazón se duele por tanta vibración negativa que sólo conduce a la venganza y a la ira, más profundo se hace el abismo por sentir el peso de la ignominia, más se aleja el perdón y el amor se esconde.

La tormenta infame y prolongada, resta salud y vida, bendito tiempo perdido que el rencor no deja sanar la herida, porque la experiencia no ha dejado enseñanza alguna, la necedad es la única evidencia del reclamo y la diatriba.

Más, en el corazón aún permanece encendida la llama de la esperanza, porque la semilla de Dios fue sembrada al despuntar el alba, en la madre que con ansia esperó el milagro; en el hijo, que lucha desesperadamente en contra de sí mismo, para liberarse de las cadenas de odio, que lo convirtieron en víctima a tan edad temprana.

Señor, hazme un instrumento de la fe, pon en mi corazón y boca las palabras que un Padre bondadoso como tú desea para sus hijos, y sea tu voluntad divina la que mueva a este aprendiz de discípulo tuyo, para llevar armonía y paz, a los dolientes corazones heridos por el engaño y la mentira, por el egoísmo y la falta de humildad, para que arrepentidos, encuentren la paz quienes se encuentran por el mal confundidos.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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