“Él es quien sana a los de corazón contrito, y venda sus heridas” (Salmo 147:3).

Reconoce y muestra siempre gratitud a Dios por todos los momentos de salud que te acompañen, pues es frecuente que en la vida se signifiquen más los momentos de infortunio y mala salud, y su amargo recuerdo se arraigue en tu memoria, de tal manera que los evoques con más frecuencia y los sufras doblemente.

No te gane el llanto o la tristeza cuando sientas la presencia del mal inesperado, piensa mejor en la respuesta que habrás de dar ante ello, pues tu mente se sumará a tu quebranto con preocupaciones agregadas, piensa mejor en la inmortalidad y la fortaleza de tu espíritu divino, él está ahí para darte la seguridad de que el Señor está presente con su poder, para restablecer el equilibrio y la armonía de tu ser.

Todo mal que llegue de afuera se anunciará primero, dándote así la oportunidad de evitar sus efectos nocivos al poner en práctica la sabiduría que posees, no la menosprecies, es un regalo del Padre, más, si es tanta tu rebeldía y tu necedad, deberás de afrontar con valentía, la osadía de ponerte a prueba, recuerda que no eres un dios, eres un ser humano vulnerable, y tu peor debilidad es la falta de fe.

Todo mal que viene de adentro, es producto de la falta de control de tu mente, para tener una buena salud mental, quiérete a ti mismo y quiere a tu prójimo de igual manera, porque todo bien que emane de ti repercutirá favorablemente en tu salud integral.

“Hasta ahora nada la habéis pedido en mi nombre: Pedidle y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo” (Jn 16:24)

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga a todos nuestros Domingos Familiares.

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