“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Las transformaciones del mundo deben de iniciar con la renovación del hombre, porque por más que se construya sobre las estructuras materiales externas, si el interior es amorfo, el entorno se saturará de irregularidades. El hombre necesita saber quién es, porque al ignorar su verdadera naturaleza, lo hace vivir inconforme, pues en su interior tiene que aceptar la falsa y endeble grandeza de ídolos que le sirven como modelo para buscar erróneamente una forma de vida que esté sobre los demás, aunque la mayoría se conforme sólo con llegar a ser fanáticos , de ahí su ceguera selectiva, porque sólo contemplan los atributos que contribuyen a un reconocimiento sobresaliente de la sociedad y se olvidan de los valores positivos de la humildad, la gratitud,  la solidaridad y todo lo que conlleve a  hermanarse con los que en realidad  necesitan; por ello el hombre necesita conocer su origen y llegar a la verdad sobre su naturaleza, pues quien ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, no debe vagar por la vida sintiéndose  confundido y alejado de su verdadero origen.

El sentimiento de minusvalía del hombre, es sembrado desde el exterior, la verdad ha sido distorsionada por el hombre mismo, para moldear una estructura endeble y vulnerable, con una personalidad que evidencia una dependencia de los que por conveniencia, se dicen más fuertes y se creen más sabios, y han encontrado en ello, una falsa grandeza basada en su egoísmo y su renuncia a ser hijos de Dios, porque de hacerlo, tendrían que renunciar a todo y darse al verdadero servicio de prójimo con humildad y con amor.

Que nuestra transformación inicie con una verídica conversión espiritual, renovando nuestra fe en Jesucristo, esforzándonos en parecernos al Salvador, para construir desde el interior el amor y reconocerlo como la única fuerza que valide nuestra imagen y semejanza con Dios.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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