“Porque cualquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana, y mi madre”. (Mt. 12:50)

¿Por qué hay tanta resistencia para hacer la voluntad del Padre? ¿Acaso es tan difícil allegarnos la felicidad terrenal y tener como premio la vida eterna? Quizá aquello que aceptamos como realidad sólo nos permita concebir que la única vida que tenemos es la terrenal y de ahí que debemos siempre resolver nuestros conflictos con las mismas herramientas que conocemos y podemos palpar: las de origen material.

¿Por qué nos resulta tan difícil aceptar que hay un poder que está por encima de todo poder que el hombre haya generado a su paso por la tierra?

“Después dice a Tomás: Mete aquí tu dedo, y registra mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. Respondió Tomás, y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Díjole Jesús: Tú has creído, ¡oh Tomás! Porque me has visto; bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído”. (Jn 20:27-29)

Señor mío y Dios mío, tú que conoces la fragilidad de tus hijos en la tierra, danos como mejor herramienta la sabiduría para entender, que todos los retos que enfrentamos en la vida que ponen en duda nuestra fe, sobre todo, aquellos que no nos permiten ver en nuestro prójimo al hermano, a la hermana, y a la madre que tanto amamos, son en realidad una oportunidad para regresar a tu amoroso corazón, haciendo de tu divina voluntad la mejor forma para reafirmar nuestra entrega, nuestra fidelidad y amor por ti.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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