“Haz brillar de un modo maravilloso tus misericordias, ¡oh Salvador en los que en ti esperan! (Salmo 16:7)

Padre, cansado estoy por mis esfuerzos que consumen mi energía, el sueño dobla mi cabeza cuando mis párpados caen como el velo de la noche, más    encontraré siempre en mi espíritu la fuerza para mantenerme despierto, porque quien te espera dormido, no podrá contemplar tu bendita llegada y regocijarse así con tu amada presencia.

Señor, tu palabra está llena de vida eterna, cómo podría no escucharla, cómo podría no dar testimonio de tu grandeza y de tu poder, de tu infinita misericordia y de tu amor por tus hijos en la tierra.

Jesús, acompáñame ahora y siempre, auxíliame cuando mi cruz sea tan pesada que no pueda con ella, porque sin ti no soy nada, y contigo siempre podré con todo aquello que me pesa y le pesa a mi alma.

Padre, sé la luz que ilumina mi camino, traza con tu amor mi destino, para llegar a donde tú quieras, y haz que siempre me conduzca con la humildad y la sabiduría, para enfrentar los retos que me depara la vida.

Señor, pon en mi boca las palabras correctas, las que nos conducen por la paz y la armonía que tanto necesitamos los que en ti confiamos, que nunca llegue a nuestro ánimo la desesperanza, que la tristeza se vaya y que sea nuestra prioridad el amarte a ti y amar a nuestro prójimo.

Dichoso es aquél que a tu paso sonríe, dichoso el que encuentra la salud y la alegría y disfruta tanto como yo disfruto de tu amada compañía.

Dios bendiga nuestros anhelos, bendiga y sea el consuelo de nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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