“En el mucho hablar no faltará pecado; mas quien sus labios refrena, es hombre muy prudente” (Proverbios 10:19)
Señor, he guardado silencio para poder escuchar, para poder sentir y pensar, para comprender, para reconocer en mi prójimo su derecho a ser escuchado, cuando su alma se inquieta, cuando su cuerpo se enferma, cuando hay pérdida, cuando el dolor aparece, cuando el día oscurece, incluso, cuando su boca calla, pero su corazón habla.
Padre, he guardado silencio para escucharme a mí mismo cuando de mi boca sale un torrente angustiante, cuando mi quebranto se hace evidente, cuando busco comprender todo lo que me pasa, cuando quiero justificar mi imprudencia, cuando me oculto de ti por sentir que no soy lo que esperas de mí.
Jesús, mi espíritu inquieto se sobresalta ante el silencio, cuando desesperado necesito de Ti, cuando de mi boca salen palabras que pudieran herir, pudieran pesar y causar tristeza, a quien necesitando de mí, se sienten abandonados a su suerte, y yo, incrédulamente, quisiera tomar sus manos, quisiera ayudarlos a cargar su cruz, olvidando que eres Tú el que está siempre ahí para ayudarlos, para ayudarme con la mía, por ser tan frágil, por mi falta de fe, por mi arrogante autonomía que me hace creer que tengo el poder, que poseo la fuerza para vencer mi egoísmo.
¿Qué por qué me castigo? Porque reconozco en ti, Cristo Jesús, lo único bueno que llevo conmigo, porque el hacerlo, no me permite olvidar que ante todo debo de ser humilde, y reconozco en tu sacrificio al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, para allegarme la salvación, y alcanzar la eternidad prometida.
“Vosotros os vendéis por justos delante de los hombres; pero Dios conoce el fondo de vuestros corazones; porque sucede a menudo que lo que parece sublime a los ojos humanos, a los de Dios es abominable.” (Lc 16:15).
“Nunca dejes de reconocerte pecador, porque sólo así estarás en el lugar para recibir ayuda de Dios”
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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