“ Así vosotros al presente a la verdad padecéis tristeza; pero yo volveré a visitaros, y vuestro corazón se bañará en gozo, y nadie os quitará vuestro gozo. Entonces no habréis de preguntarme cosa alguna. En verdad, en verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá” (Jn 16: 22-23)
El entorno habla por sí mismo, existe la sensación de que algo está por terminar, y muchas personas se sienten abrumadas, las invade la tristeza, pensando que ya no hay más esperanza; el titubeo por el desencanto es evidente, lo mismo por la orfandad, que por la pérdida de sentimiento de pertenencia a algo que alguna vez nos unió como nación y que permitía hacernos a la idea de que éramos fuertes, casi invencibles, con suficiencia intelectual para asimilar, analizar y respetar las diferencias políticas, económicas y culturales, con suficiencia de potencial para adaptarnos a cualquier circunstancia, incluso, para reinventarnos como personas, como familia, como país. Hoy, pareciera que ya no existen más fórmulas mágicas para levantarnos y seguir caminando en el desierto de la inequidad, de la injusticia, de la inseguridad, de la falta de valores positivos.
Poco queda ya, que nos identifique como personas de buena voluntad, humildes, honestos, confiables en su proceder, hermanados con las causas justas de la comunidad; hoy, el individualismo, el materialismo y el consumismo desmedido, nos han puesto de rodillas ante un dios que no tiene misericordia, que nos amenaza constantemente y nos condena, no sólo a hipotecar la vida, también el espíritu, porque estamos convencidos, que sin dinero no valemos nada, y nos olvidamos que nuestra mayor fortuna es tener a Jesús de nuestro lado ¿Acaso nos hemos olvidado de pedirle que nos auxilie para desvanecer el sentimiento de desamparo que nos asalta? Pedirle al Señor que nos ayude a resolver nuestra problemática, debería de ser nuestra primera opción, seguro estoy que al sentir su presencia, encontraremos más de un camino para sentirnos seguros, acompañados y espiritualmente reconfortados.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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