“Yo soy la luz eterna, he venido al mundo, para que quien cree en mí no permanezca en las tinieblas. Que si alguno oye mis palabras, y no las observa, yo no le doy la sentencia: pues no he venido ahora a juzgar al mundo, sino a salvarle. Quien me menosprecia, y no recibe mis palabras, ya tiene juez que lo juzgue: la palabra evangélica que yo he predicado, ésa será la que juzgue en el último día; puesto que yo no he hablado de mí mismo, sino que el Padre que me envió, él me ordenó lo que debo decir, y como he de hablar” (Jn 12:46-49)

Sí, el ambiente sigue siendo tenso en el entorno, no hay paz en las familias, en los trabajos, entre gobiernos y gobernados. ¿Quién tendrá la razón en este mar de confusión? No parece haber acuerdos entre las naciones, ni siquiera en situaciones de interés común que afectan la vida en el planeta; el diálogo, en ese sentido, al parecer es entre sordos, pero, además, muchos gobernantes también padecen de ceguera, porque se niegan a ver en qué se traduce el clamor de la humanidad, que más que exigir, suplican que atiendan lo que verdaderamente puede traducirse en bienestar global.

Bienestar ¿por qué se ha alejado tanto ese estado del ser en la sociedad? ¿Por qué ahora nos parece inalcanzable? ¿Por qué nos declaramos incompetentes para generar bienestar? Algunos piensan que todo ha sido causado por la desmedida ambición del hombre y con ello a la generación de la corrupción. Dicen otros, que se debe a la insistente y nociva lucha del hombre por el poder que subyuga a las masas. Yo pienso que es causado al menosprecio del hombre por Dios y su Palabra, quien se niega a escuchar al Padre vive y vivirá en las tinieblas y de su esencia sólo emergerá maldad traducida en violencia física, mental y espiritual.

Aquél que se deja llevar por el impulso negativo de la oscuridad, evidencia su incapacidad para amar a su prójimo, y a su paso genera confusión, desastres y muerte; su mala influencia ocasiona desorden en los hogares, en los trabajos, entre los que administran los bienes del pueblo y conducen los destinos de las naciones.

Jesucristo, nuestro salvador, es la luz que atiende todas nuestras necesidades y alivia todas nuestras congojas, a los que escuchamos su Palabra nos aleja de las tinieblas y nos conduce por el camino de la vida eterna.

Desde tu pequeño mundo, genera bienestar para tu prójimo, las muchas pequeñas cosas de bondad que realicemos conformarán las pocas grandes cosas que requiere nuestro mundo para subsistir.

Dios llene de luz nuestra vida e ilumine con su amor de Padre a nuestra familia, nuestro trabajo, nuestro país y nuestro planeta. Y bendiga nuestros Domingos Familiares.

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