“¡Oh cuán buena y cuán dulce cosa es el vivir los hermanos en mutua unión! (Salmo 132).

Señor, me has dado en el hermano a un amigo y en el amigo a un hermano, hemos estado en comunión sintiendo cómo nuestras almas rebosan en armonía, mientras pasan lentas las horas, disfrutando de la vida que nos obsequias.

Mira que la belleza de tu obra nos abraza en el día y rebosa en alegría en tan placentera tarde, el verde nos sonríe, y el aroma de las flores nos embriaga con su delicioso perfume, las aves se acercan como queriendo participar en la conversación, mientras los recuerdos escapan de nuestra mente y el corazón emocionado, se vuelve joven al vivir nuevamente la experiencia grata de la sinceridad de los sentimientos con los cuales se ha tejido el manto de la amistad.

Señor, hemos puesto los dones que nos has obsequiado al servicio de nuestro prójimo, más nunca hemos descuidado los lazos de afecto que nos unen, has estado siempre presente con nosotros, y como si fuera una fiesta a la vida, nos permites tomar el pan y el mejor vino, aquél que abre el corazón para agradecer todas las bendiciones que has derramado en nuestra existencia.

Te damos gracias hoy y siempre, Padre celestial, por darnos vida y salud y por los fuertes lazos de amor que unen a estos tus hijos terrenales.

Dedicado a nuestros hermanos Aminta y Jorge por abrirnos las puertas de su amistad, de su corazón y de su hogar.

Bendice Señor a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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