“Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí que soy la vid no lleva fruto, lo podará para que dé más fruto. (Jn 15:1-2).

Un corazón frío toma malas decisiones, un corazón cálido, iluminado por la llama del amor de Cristo, tendrá la tranquilidad necesaria para responder correctamente a los retos de conciencia que se le presentan al hombre.

Señor, si la llama de tu amor vive permanente en el corazón de los que te amamos, por qué el frío de la tristeza trata en ocasiones, de apagar la llama que nos mantiene unidos a Ti ¿Será nuestro amor tan egoísta, que quiere alimentar su fuego con el amor que emana de otros corazones, que atribulados, derraman la luz que igual ilumina sus corazones?

El ciego espiritual no ve más allá de sus necesidades; el sordo espiritual no escucha más que sus propios lamentos y no se ocupa de los lamentos de su prójimo; pedir cuando se tiene tanto, pero no lo suficiente para acallar el llanto del no saber por qué se llora. ¿Acaso es la falta de fe la que nos hace titubear y temer, para dar el mal paso y caer en la desesperación, cuando se tiene la solución tan cerca?

Para los que hemos callado, sabiendo que podemos pedir, nuestro silencio obedece al saber, que todo lo que somos y tenemos nos lo ha dado Padre Celestial, por qué pedirte más, sólo para acallar el dolor de no renunciar a sí mismos para darnos a los demás, sabiendo que al hacerlo cometemos pecado de ambición. Señor fortalece nuestra fe, mantén firme nuestra deseo de hacer tu voluntad y no la nuestra.

Jesús mío, has en este sarmiento de la verdadera vid, el milagro de dar abundante fruto.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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