“ Y vuelto a sus discípulos, dijo: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; pues os aseguro que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; como también oír las cosas que vosotros oís, y no las oyeron” (Lc. 10: 23-24).
Dichoso aquél que observa y escucha lo que yo estoy observando y escuchando; pero más dichoso, el que está sintiendo lo que estoy sintiendo; quizá aquellos que aún viven ocupados y preocupados por lo que está ocurriendo, no se han percatado de lo cerca que esta Jesús de nuestro tiempo y de nuestra vida; Él ha iniciado una revolución de amor en nuestros corazones, y después de todas las calamidades que han azotado al mundo y que presagiaban el triunfo de la oscuridad sobre la luz, esto sólo han significado el reflejo de nuestro distanciamiento con Dios y la necesidad que tenemos sus hijos en la tierra de su misericordia y amor.
La comunión de todos nuestros anhelos de paz, descenderá a través de los mayores, los que se olvidaron en su momento de coadyuvar a mantener la armonía en el planeta y ahora están más convencidos que nunca, de seguir el camino de la luz. Nuestra amada tierra se irá iluminando con la presencia de nuestro Señor y a su paso, irá sembrando de nuevo, en el corazón de los hombres, la semilla del amor; habremos por ello de ser testigos de importantes prodigios, de tal manera, que aquellos que se negaron a sí mismos como hijos de Dios, recuperarán la fe y trabajarán para lograr la paz.
Señor, he sembrado la semilla de amor que me entregaste, y ha hablado el corazón de aquellos que la recibieron, me has obsequiado el ciento por uno, y es tanta mi dicha, que la felicidad se desborda y toca a todo aquél que me escucha, porque hago de tu palabra, no mi voluntad, sino la tuya.
Agradezco por este medio a todos mis hermanos en Cristo, sus oraciones, sus buenos deseos y su invaluable amistad, al significar mi día con sus bienaventuranzas con motivo de mi cumpleaños.
De los cálidos abrazos hice cadenas, de las palabras amables, un legado de amistad, y del amor de hermanos que nos une, mi fortaleza para servir a mi Señor.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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