“Dadle alabanza, para que goce del fruto de sus manos, y celébrense sus obras en la pública asamblea de los jueces” (Proverbios 31:31).
He visto al niño tropezar y levantarse por su propio pie; mas pareciera no haber aprendido completa la lección, pues sus piernas tiemblan incontrolables por el temor que le provoca, el no encontrar en la caída el soporte firme que le haga sentir seguro; pero cuando es sujetado firmemente por la mano de su amada madre, pareciera que ésta le imprime la fortaleza y la seguridad que guarda en su espíritu tan cercano a Dios, tanto, porque lo hace con amor, tanto por que lo ama, y como toda madre, hace suyo el dolor del hijo doliente, que se lastima, en ocasiones, sin querer o por voluntad propia; y que no le quede grabado el mal sabor de lo que parece ser una derrota, por el contrario, que gane humildad en el acto y recuerde para siempre, que el más grande regalo que el Creador le obsequió fue el de poseer una madre de incalculable valor.
Y si algún día te preguntas por qué los hijos tienen tan allegado a su ser la indeseada ingratitud, y se empeñan por ende en romper el corazón de quien más los ama, les aseguro que no encontrarán respuesta inmediata, hasta que cada quien enfrente en la vida esa experiencia tan ingrata, y le toque reconocer lo ciego estaba su espíritu dominado por el creer que no le temía a nada, cuando lo que más teme es perder, a quien te dio la vida; por eso, más dolor habrá en tu alma, si el perdón no te llega a tiempo, porque igual el arrepentimiento lo mantuvo lejos de reconocer, que en tan hermoso ser, el mismo Dios se alojó en el corazón de la mujer que más lo ama.
Padre, envía al Espíritu Santo para que nos ayude a combatir nuestra soberbia, y nos premie con la humildad, para merecer el lugar que nos has dado al considerarnos hijos tuyos.
Dios bendiga a nuestra familia, principalmente a todas las madres, las que aún nos acompañan en vida y las que viven en el corazón de aquellos que la aman en espíritu y experimentan la felicidad de que acompañan a Jesucristo nuestro Señor en la eterna gloria de su reino. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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