¿A qué viene tanto desacuerdo? ¿Acaso hablan idiomas diferentes? Si no es así, por qué dejan que el resentimiento y las frustraciones hablen por ustedes, los que se unieron por amor en sagrado matrimonio, teniendo como testigo a Dios. ¿Por qué las ofensas? ¿Por qué el sarcasmo, la insidia y el coraje? ¿Acaso no sabían con quién se estaban uniendo para cumplir el mandamiento que les exige sea para toda la vida?

¿Quién es ese desconocido con el que te has casado? ¿Quién es él, quién es ella, por qué ahora no te parece tan especial al estar a su lado? ¿Por qué buscas ahora, de nuevo, la siempre agradable compañía de aquellos que tanto festejan tus joviales y alocados impulsos, tus bromas sin sentido, y admiran la libertad con la que antes de estar casado te conducías?

¿Qué es ser hombre? ¿Qué es ser mujer? ¿Acaso pensaste que la vida era siempre un ir y venir sin percatarte de que poco a poco, surgirían las verdaderas cosas que implican establecer la unidad sacramental, que te harían saber, que para ser hombre, tenías qué sentir lo que es ser un buen esposo; que para ser mujer, sentir lo que es ser una buena esposa; para después, pasar a la alta responsabilidad de saber lo que es ser padre o madre?

“Jesús en respuesta, les dijo: ¿No habéis leído que aquel que al principio crió el linaje humano, crió un solo hombre y una sola mujer?, y que se dijo: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y unirse ha con su mujer y serán dos en una sola carne. Sí que ya no son dos, sino que una sola carne. Lo que Dios, pues, ha unido, no lo desuna el hombre” (Mt 19:4-6)

Tener paciencia, que el amor sea el que rija nuestras vidas, si algo no nos gusta de nuestra pareja, hablemos, pero hagámoslo con el corazón en la mano, porque si nuestro orgullo se siente herido, mucho nos arrepentiremos de lo que habremos dicho.

Algunos especialistas en conducta humana, piensan que es saludable que las parejas discutan, porque de otra forma, al quedarse callados, pueden albergar mucho resentimiento y generar consecuencias tóxicas para la relación, de hecho, aseguran que lo mejor de estos disgustos explosivos, al final, terminan en reconciliaciones satisfactorias, pero no siempre suele ser así, pues de persistir el continuo desgaste de los desacuerdos y la ofensas, seguramente más temprano que tarde, todo podría terminar. “Lo que Dios ha unido, no lo desuna el hombre”

Dios nos dé la sabiduría necesaria para no dejarnos llevar por nuestros arranques de ira, sea el amor nuestra prioridad y con él la paz en los matrimonios de hoy y de siempre.

Dios bendiga a nuestras familias y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com