“Y vosotros, padres, no irritéis con excesivo rigor a vuestros hijos; mas educarlos corrigiéndolos e instruyéndolos según la doctrina del Señor.” (Efesios 6:4)
No dejes que la amargura de los fracasos o las frustraciones envenene tu vida, que no te alejen éstos del Evangelio de Jesús Cristo. Que el dolor de las viejas heridas termine para siempre, dejando que el amor del Padre te sane. Que tu fe te mantenga firme en los momentos de duda, que aclare tu mente y no te gane la emoción equivocada, para que no generes con ello un ambiente hostil que destruya tu cuerpo y tu espíritu.
No esperes nada de nadie, para que cuando tu corazón se entregue, no te duela la partida de lo que creíste era tuyo, y era el motivo de tu felicidad y alegría. Tú no le perteneces a nadie más que a Dios Padre, y sólo a él deberás de rendirle cuentas el día de tu partida, él te ha obsequiado todo cuanto posees y te obsequió lo más valioso que tienes: el don de la vida; más no te lo dio para sufrir o perderte en la desesperación de la culpa, él sólo te pide que des amor y te hace ver y sentir, que con ello, si lo ejerces de corazón, nada podrá dañarte. Si has tenido la dicha de ver germinar tu semilla, no te lamentes por creer que la cosecha no es como tú la querías, lo mismo alimenta el trigo que creció con el tallo torcido, que aquel que crece tan recto y por su espiga dorada genera la envidia.
No busques la imperfección en lo que Dios te ha regalado, el camino es largo para comprender y enmendar los errores que nos tienen mal enfocados. Ama, como Jesús te ha enseñado, para que aquél que sienta tu amor, encuentre el camino por él señalado, y recuerda, que si para nosotros es difícil seguir las huellas del paso de nuestro Señor, cuán difícil será para tus hijos el encontrar las tuyas, cuando en tu desesperación has tenido más caídas que avances, por no poner atención al camino por el cuál debiste haber caminado.
Señor, no permitas que nuestra ceguera y sordera espiritual nos desvíe del camino, y no me sueltes de tu mano, que yo no soltaré la mano de mis hijos, aunque ellos se empeñen en transitar por caminos equivocados.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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