“Hagan la prueba y vean cuán bueno es el Señor: ¡dichoso aquel que busca en él asilo! (Salmo 34)

De qué me quejo mi Señor… de ser débil, de tener miedo, de estar perdiéndome de algo bueno, pero yo sé, que todo ello es sólo es un espejismo ocasionado por mi falta de fe, de los titubeos cuando creo necesitar de las cosas o de las personas de las que me rodeo para ser feliz. Ceguera temporal padezco, seguramente cuando no quiero ver que teniéndote a Ti lo tengo todo.

Hoy como siempre quiero darte las gracias por estar en mí, por amarme como hijo, por hacerme sentir útil para ayudar a mi prójimo; pero también quiero agradecerte el que me hagas sentir el dolor y la fatiga, ya que a través de ello no me olvido de ser humilde, y sensible también al dolor ajeno.

Hoy mi esposa se acercó a mí y me pidió la abrazara, me dijo que quería sentirme, que me necesitaba, pero yo sé que más que necesitarme necesita de Ti, porque sólo tú puedes sanarle de todo aquello que le preocupa en la vida, de esta vida maravillosa que nos has obsequiado, pero que por nuestra necedad solemos ver gris cada vez que enfrentamos un problema, se nos olvida que tú siempre estás a nuestro lado para ayudarnos a salir siempre victoriosos de cualquier batalla.

Hoy abracé a mi esposa, como seguramente la abrazas Tú, con amor e inmensa misericordia, con ese amor infinito y puro, con ese amor que sana y que regresa la esperanza para seguir caminando en esta vida.

Hoy lloré con ella, y compartí con ella, el peso de todas sus preocupaciones, ella sabe que yo estoy aquí, como Tú estás a nuestro lado, y que seguirás velando para darnos la sabiduría para comprender que en el amor se encuentra la solución a todo aquello que mortifica el cuerpo, la mente y al espíritu.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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