La afirmación de Jesús que aparece en el texto evangélico de este domingo: “He venido a traer fuero a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”, sorprende, de entrada, por la agresividad, como si Jesús quisiera ejecutar una sentencia.

En este caso son muchos los que piensan que no se trata de la impaciencia por ejecutar un juicio, sino que remitirse al relato de Pentecostés, en el cual el espíritu es representado en forma de llamarada o de fuego.

Por lo tanto “traer fuego a la tierra” expresa que el deseo y la misión de Jesús es que el Espíritu penetre el corazón de la tierra.

Así pues, según esta interpretación, Jesús más bien habla de un deseo apasionado, vehemente, no de una realidad conseguida de la que quiera hacer un balance, una valoración de la misión que implique un juicio.

La afirmación de Jesús: “Tengo que recibir un bautismo”; expresa acto de violencia, de amenaza, de muerte. Por lo tanto, este bautismo no es el inicio de una nueva vida, sino el resultado final de la misión; por ésto habla de una aprensión: “¡y cómo me angustio mientras llega!” que evoca la persecución y su experiencia en el monte de los Olivos en cuanto a su angustia y sudor como de sangre.

Acoger honestamente la Palabra de Dios significará que hay que mantener unos criterios de comportamiento de acuerdo con sus valores.

En la primera lectura, Jr. 38:4-6, 8-10, se proclama la experiencia de Jeremías, que, fiel a la Palabra, ve cómo su mensaje es rechazado hasta el punto de que es tratado con injusticia, amenazado de muerte y apartado socialmente. Cuando el Evangelio habla de división, no es porque Jesús busque la confrontación por sí misma, sino que es la consecuencia del rechazo de la práctica de los valores en el corazón y de la sociedad.

De ésto no escapa nadie, por eso esta división en todos los ámbitos y llevar a enemistarse con los más próximos e íntimos de la familia.

Y a propósito de los valores que predica Jesucristo, causa tristeza que en nuestra querida Ciudad Victoria se esté organizando una marcha para legalizar el aborto, se debe recordar EL ABORTO ES UN HOMICIDIO, no lo digo yo lo dice la medicina porque ya es una nueva vida que se encuentra en gestación en el vientre de una mujer.

Se puede orar con palabras del Salmo 39: “Señor, date prisa en ayudarme. A mí, tu siervo, pobre y desdichado, no me dejes, Señor, en el olvido. Tú eres quien me ayuda y quien me salva; no te tardes, Dios mío”.

Que la paz y el amor del Nuestro buen Padre Dios les acompañe siempre.