“¿Qué es más fácil, decir al paralitico: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate, toma tu camilla y camina? Pues para que sepáis que el que se llama Hijo del hombre tiene protestad en la tierra de perdonar pecados: Levántate (dijo al paralítico): Yo te lo digo; coge tu camilla y vete a tu casa” (Mc 2:9-11)

Cuando la tristeza nos embarga, debido a un suceso que impacta negativamente nuestro ánimo, las personas de fe, acudimos de inmediato a la solicitud del amparo misericordioso de Jesús, y nuestro Salvador acude de inmediato a nuestro llamado, haciéndose presente en los corazones de los necesitados, de los que sufren, de los que lloran, de los que están padeciendo alguna enfermedad. En otras ocasiones Jesucristo se anticipa a nuestros ruegos y nos acompaña ante cualquier sufrimiento; de eso doy testimonio y lo he dejado por escrito anticipadamente en este medio:

-Y me regaló la más hermosa sonrisa, me la obsequió al despertarse por la mañana, y no pareció extrañada con mi presencia, me acerqué a ella cuanto pude para que me reconociera, y al estar frente a su hermosa cara, empezó a decirme cosas bellas, habló de mi cabello, de lo bien que se veía, habló de mi faz tranquila y luego me pidió que me acercara aún más, para besarme y para hablarme al oído, para pedirme que me cuidara; después me ofreció atenciones, así como suele hacerlo con todo aquél que visita su casa, ordenaré, dijo, te preparen algo de comer, y yo agradecido le contesté que no era necesario, que no se preocupara por mí, y ella respondió, sin dejar de sonreír, y por qué no habría a hacerlo ¿acaso no eres mi hijo?

-Yo empecé a pedirle a Dios cosas que a mi entender eran difíciles de satisfacer, olvidando que para Él no hay imposibles, mas la idea que tenemos los seres humanos de cómo esperar la ayuda del Señor, resulta por lo general equivocada, de ahí que, al no recibir lo que esperamos, pensemos que no hemos sido escuchados; la respuesta a nuestras plegarias siempre llega, pero tenemos que abrir nuestro corazón para que sea éste el que vea y no nuestros ojos que suelen observar sólo lo que están acostumbrados.

-Mi mayor temor en la vida es sentirme lejos de Dios, porque cuando él está conmigo no tengo nada que temer, pero cuando me ausento de su amor, soy sólo un elemento más, expuesto a cualquier factor, que en otras circunstancias, lo entenderíamos como un error de percepción, de falta de integridad o de conciencia, y lo peor de todo, de falta de fe en un Todopoderoso, que puede cambiar nuestra vida cuando nuestro azul del cielo se torna gris y quedamos expuestos a los gritos de nuestras propias tormentas.

Y ella pasando por una de las más grandes pruebas, aquella que le impone la vejez, después de perderse en la inconciencia, se encontró con su Salvador y le dijo: “Levántate, yo te lo digo, coge tu camilla y vete a tu casa” Y ella al escuchar su Palabra, abrió sus ojos, tomé su mano y escuchó con nosotros la petición de Jesucristo y de inmediato quiso reincorporarse para obedecer al Hijo del hombre.

Demos testimonio del poder de Dios, si pedimos con fe y de corazón, él nos escuchará. Dios bendiga a nuestra familia, restablezca la salud a los enfermos y permanezca para siempre en nuestra vida. Dios bendiga todos los Domingos Familiares.

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