Para la persona católica que participa de la misa dominical en las lecturas de la Palabra de Dios tomadas de la Biblia debe encontrar la luz y el criterio para su vida personal.
En las lecturas bíblicas de este domingo se encuentran dos escenas de vocación; son dos cuadros paralelos pero diferentes.

En la primera lectura, primer libro de los Reyes 19:16; 19:21, describe la vocación del profeta Eliseo, discípulo y heredero del profeta Elías. El manto de Elías es el símbolo del carisma profético, y Elías lo echa sobre los hombros del elegido, es una especie de investidura. A Eliseo se le da el tiempo suficiente para celebrar una comida de adiós con todo su clan, según las normas de las relaciones sociales en el Oriente.

Pero hay una diferencia notable entre la vocación de Eliseo y las tres “vocaciones” que presenta San Lucas en el texto evangélico, Lc. 9:51-62. La primera diferencia es que esos llamados vienen después de la frase que marca el verdadero cambio de orientación en el texto evangélico: “cuando ya se acercaba el tiempo”, pues con ella se inicia el largo viaje de Jesús hacia Jerusalén. Es una larga marcha, no sólo geográfica, sino también espiritual, hacia el destino último del Mesías. Jesús está, pues, realizando su propia vocación, y el discípulo es invitado a seguirlo.

La vocación de Jesús tiene como último desenlace no la muerte, sino la resurrección y la gloria. En este marco se comprende mejor la vocación cristiana, que es un perder para encontrar, una pasión y un despego, para la gloria y la vida.

Se puede así entender otra diferencia fundamental entre el relato de Eliseo y el del Evangelio: para la vocación al Reino de Dios hace falta una opción radical y total; falta el desapego de las cosas y de los apoyos humanos y materiales. “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Es necesario renunciar aún a la realidad que más queremos: el propio “yo”. “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a si mismo”.

A esta imagen de la perfecta vocación cristiana se añaden los datos que aporta el texto paulino tomado de la carta a los Gálatas, 5:1. 13:18. La libertad es el gran regalo de la redención: el cristiano es liberado de la esclavitud del pecado y de la esclavitud de una religiosidad hecha sólo de normas y de leyes. El verdadero discípulo de Jesús es un ser humano libre que se adhiere a Dios por medio del Espíritu, con todo su corazón y con toda su alma.
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa: “Señor Dios, que mediante la gracia de la adopción filial quisiste que fuéramos hijos de la luz, concédenos que no nos dejemos envolver en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre vigilantes en el esplendor de la verdad”.

Que el buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.