“¿Por qué estás tú triste, oh alma mía?; y ¿por qué me llenas de turbación? Espera en Dios; porque todavía he de cantarle alabanzas, por ser él el Salvador, que está siempre delante de mí, y el Dios mío. (Salmo 42:5)
Y me regaló la más hermosa sonrisa, me la obsequió al despertarse por la mañana, y no pareció extrañada con mi presencia, me acerqué a ella cuanto pude para que me reconociera, y al estar frente a su hermosa cara, empezó a decirme cosas bellas, habló de mi cabello, de lo bien que se veía, habló de mi faz tranquila y luego me pidió que me acercara aún más, para besarme y para hablarme al oído, para pedirme que me cuidara; después me ofreció atenciones, así como suele hacerlo con todo aquél que visita su casa, ordenaré, dijo, te preparen algo de comer, y yo agradecido le contesté que no era necesario, que no se preocupara por mí, y ella respondió, sin dejar de sonreír, y por qué no habría a hacerlo ¿acaso no eres mi hijo?.
¿Qué me mantiene firme cuando mi alma tiembla? sólo tú mi Dios, mi buen Jesús, mi Salvador, y te dejas ver por mí, cada vez que siento derrumbarme ante el temor de sufrir una pena inevitable; tu sonrisa me da más que confianza, me da paz, tu mirada llena de ternura, de compasión y de amor, alivia la amargura que puede sentir mi corazón, cuando se siente triste, cuando se aleja de la dulzura que emana de tu presencia con razón, cuando sin estar confundido, aparento tener la duda de saber con precisión, si soy de verdad tu hijo; pero esa fingida ingratitud, no es más que una súplica, primero, para pedirte perdón por ser débil, cuando la vida es ruda, segundo, por querer llamar tu atención, para que estés siempre conmigo, para saberme siempre amado por tu noble corazón.
Oh Jesús, tú que haces ver al ciego, escuchar al sordo y caminar al paralítico dale a mi espíritu el sosiego y a mi corazón todo tu amor, para que pueda seguir viéndote en todo aquél que pueda sentir mi necesidad de misericordia, que pueda seguir escuchando al que hable con la verdad y al que me ayuda a levantar para poder caminar cuando el temor me quiera derrotar.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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