En el ritmo de la Liturgia de la Iglesia se ha retomado el tiempo llamado “Tiempo Ordinario”, que no significa que tiene menos importancia, sino que celebra la Salvación en general realizada por Jesucristo el Señor.

Y la primera lectura de este domingo Zac. 12:10- 11; 13:1, está tomada de la segunda parte el libro y tiene páginas que han llegado a ser célebres en la relectura cristiana del Antiguo Testamento.

El pasaje de hoy sirve de base a la reflexión que hace San Juan sobre la lanza que atravesó el costado de Jesús crucificado (Jn. 19:37). El pasaje de Zacarías prepara la enseñanza sobre el seguimiento de Jesús por el camino oscuro de la cruz, que ofrece el texto Evangélico de este domingo.
Sobre Israel, regenerado por el baño purificador del sufrimiento en el desierto, Dios derrama su espíritu de gracia, que penetra y transforma los corazones. Con esta transformación del corazón, se puede seguir al Hijo único, al primogénito, a Jesús traspasado, que se revela en su realidad de “Mesías de Dios”.

El pasaje evangélico dominical, Lc. 9:18-24, está constituido por tres elementos: la definición auténtica de quién es Jesús; el anuncio del futuro destino de sufrimiento y de gloria, al que Jesús se encamina en Jerusalén, y una catequesis sobre el seguimiento de Cristo.

Jesús es el “Mesías de Dios”, el Salvador, pero un salvador que no salva por medio de un triunfo imperial, sino por la entrega de la vida. De allí nace el último tema; porque el seguimiento de Jesús debe modelarse plenamente en ese “Mesías de Dios”, que debe “sufrir mucho” para “resucitar al tercer día”: para salvar la vida hay que perderla.

San Mateo en el Evangelio que escribió interpreta esta exigencia radical de Jesús con lo que se puede llamar una “teología del martirio”: hay que estar dispuesto a tomar también la cruz de la persecución y de la muerte como Jesús (Mt. 16:24).

En cambio San Lucas pide al discípulo una entrega quizá menos vistosa, pero probablemente más comprometedora: hay que llevar la cruz “cada día”. En la cotidianidad se ve la medida de la genuina adhesión a Cristo.

En la segunda lectura tomada de la carta de San Pablo a los Gálatas, presenta un breve pasaje centrado en el tema de la conformidad del creyente con Cristo. El bautizado es transformado radicalmente en la imagen de Cristo; es su expresión visible.

Al creyente que participa de la misa dominical le debe ayudar a hacer cada vez más profunda su identificación con el Señor Jesús, de manera que sea más capaz de seguirlo, tomando la cruz de cada día.

Que el amor y la paz del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.