“Carísimos, nosotros somos ya ahora hijos de Dios; mas lo que seremos algún día no aparece aún. Sabemos
sí que cuando se manifieste claramente Jesucristo, seremos semejantes a él en la gloria, porque lo veremos
como él es. Entretanto, quien tiene tal esperanza de él, se santifica así mismo, así como él también es santo”
(1-Jn 3:2-3).
Próximos están ya los tiempos de la unidad necesaria y real, aquella que no discriminará a nadie ni por su
color, su sexo o la edad; la unidad de la que hablo se dará en torno a Nuestro Señor Jesucristo, y no la que
promueven los hombres que es frágil y convenenciera; aquellos que se resistan a la integración divina,
deberán afrontar solos lo que se avecina.
Toda clase de calamidades habrán de llegar para intimidar al rebaño de Cristo, más no podrán hacer nada en
contra de su poder. Lo que el Señor nos pide es mantener la firmeza de nuestra fe y mediante la oración
rogar porque sea el amor la fuerza que habrá de unificar a las almas en cuyo corazón reside la verdad de
saberse hijos de Dios.
Al recibir el llamado del Señor, tendremos como tarea primordial el sacar de nuestra mente todo aquel
pensamiento que se ha ido apropiando de nuestra voluntad a través de la doctrina del miedo que los
enemigos de Cristo nos han infundido por generaciones, habremos de cambiar pues, nuestro pensamiento
negativo por positivo, y con ello habremos de ir recuperando la salud del cuerpo, de la mente y del espíritu.
Señor, danos sabiduría para entender lo que desconocemos, ilumina nuestro camino para no tropezar con
nuestro miedo y poder llegar a la felicidad que nos tienes prometida.
Dios bendiga con su amor a nuestra familia, la proteja del enemigo y la mantenga unida. Dios bendiga todos
nuestros Domingos Familiares.
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