“Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. (Mt. 5:9)
Que importante resulta ser, el hecho de que haya paz en el hogar, de que toda la familia pueda estar en armonía, y que el buen entendimiento reine para no generar conflicto alguno; difícil cuestión de establecer, sobre todo, cuando nos olvidamos de que para obtener la mencionada dicha en todo aquello que se preste a confusión, mal entendido o desagrado, debemos de anteponer a cualquier ocasión desestabilizadora, el amor. Si en un hogar hay amor, no habrá fuerza negativa que pueda romper la armonía o pueda desestabilizar la paz.
Nadie que se sienta amado por Dios puede generar odio o discordias entre los suyos o los extraños; si percibimos que nuestras relaciones humanas empiezan a enturbiarse, por privilegiar a nuestro egoísmo, debemos detener sin mayor excusa, el sentimiento negativo que nos predispone a romper el equilibrio que existe, y considerar, que el amor es la esencia divina que mantiene la paz en todo contexto.
Cuando hemos dejado de practicar las buenas lecciones aprendidas en el Evangelio de Jesucristo, nuestra vida queda a merced de los sentimientos mezquinos, y resulta por ello, que de pronto nos sentimos víctimas de las situaciones contrarias a nuestros intereses materiales.
Jesús le respondió así: “Cualquiera que me ama, observará mi doctrina, y mi padre lo amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él. Pero el que no me ama, no practica mi doctrina. Y la doctrina que habéis oído, no es solamente mía, sino del Padre, que me ha enviado”. (Jn. 14:23-24).
Antes de mostrar nuestro lado obscuro, pensemos en la luz divina que ilumina nuestra vida, y con el amor de Jesucristo, no habrá prueba que no podamos pasar.
Pidámosle a Dios nos ilumine con su sabiduría para vencer la tentación de liberar nuestro egoísmo.
Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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