“Quiera el Dios de la paciencia y de la consolación haceros la gracia de estar siempre unidos mutuamente en sentimientos y afectos según el espíritu de Jesucristo, a fin de que no teniendo sino un mismo corazón y una misma boca, glorifiquéis unánimes a Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Por tanto soportaos recíprocamente, así como Cristo os ha soportado y acogido con amor a vosotros para gloria de Dios” (Romanos 15:5-7).
Necio es aquel que pretende cambiar la forma de ser de su prójimo sin respetar las diferencias que lo caracterizan; ni el amor que siente por ti podrá vencer su naturaleza, más, no dejes de plantear la posibilidad de encontrar coincidencias entre su sentir y el tuyo, porque en ello podrán encontrar un espacio para convivir en armonía.
No insistas en hacer valer tu verdad cuando el corazón del otro te ha cerrado las puertas, siempre habrá alguien que tenga más valor sentimental que el que tu representas.
Para que encuentres la paz interior que tanto anhelas, para dejar de mortificar tu espíritu, aférrate al amor que Jesucristo te da sin condición y en la inmensidad del gozo de saberte amado, libérate del perenne empeño en tratar de encontrar la felicidad en otro lado; con Dios te espera la vida eterna, con tu prójimo vivirás en esta tierra y deberás, por ser herencia de todos, a aprender a convivir en armonía, de lo contrario, siempre sentirás que la vida es un fracaso.
Cuando dejes de ver sólo los defectos en el otro, podrás ver con claridad que las virtudes compensan con mucho los momentos de amargura que te causa el hecho de tratar de presionar a quien pretendes te comprenda y te vea como tú quieres.
Aprender de las diferencias para mejorar, para eso son los desencuentros, no para causar profundas heridas que aniquilan lo bueno de las relaciones que un día nos parecieron tan perfectas.
Dios bendiga a nuestra familia, fortalezca la paciencia y la tolerancia en el hogar. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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