“Todo lo puedo en aquél que me conforta, esto es, en Cristo” (Filipenses 4:13)
Ser feliz… y por qué no, las tribulaciones emocionales, por lo general son consecuencia de nuestra inmadurez intelectual para analizar con detenimiento y comprender los eventos que nos causan pesar.
¿Qué te hace infeliz? Me han preguntado en más de una ocasión en el transcurso de mi vida, y he contestado a esa cuestión de acuerdo a lo que mi corazón siente y lo que mi mente consciente. De niño decía que no me sentía feliz, cuando veía sufrir a mi madre; no me sentía feliz, al no sentir con mayor frecuencia la cercanía y con ello el amor de mi padre; no me sentía feliz, cuando los escuchaba discutir y no llegaban a un acuerdo; en aquellos momentos, sin comprenderlo, me invadía una profunda tristeza y entonces trataba de refugiarme en algún lugar solitario para meditar sobre los acontecimientos, en mi mente repetía varias veces: ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué me siento mal? Cuando me armé de valor le pregunté a mi madre y ella con mucha cautela comentaba que eran sólo discusiones entre adultos, que las personas podríamos pensar de manera diferente sobre una situación y al no llegar a un acuerdo, se pasaba a otros términos, pero que esperara a ser adulto para que pudiera comprender lo que ocurría. Aunque la respuesta no me dejaba satisfecho, sí me tranquilizaban las palabras de mi progenitora, porque si ella decía que no pasaba nada, esperaba que todo se arreglara en los días siguientes.
Como aquella situación conflictiva se repetía con relativa frecuencia, ya no me consolaba la primera explicación que me diera mi madre así es que traté de preguntarle a mi padre, pero el sólo se concretó a decirme que eran cosas de mayores. Buscando entonces respuesta en el interior de mi ser, me aislaba, y ya en soledad, trataba de encontrar una explicación; como no sabía orar, la dirección de mis palabras se escuchaban como un eco en una profunda caverna, ensimismado no me percataba de lo que estaba sucediendo en el entorno, como la llegada inesperada de un viento, los movimientos de las plantas, el comportamiento amable de algunas aves; cuando me di cuenta de ello, empecé a sentir una paz inexplicable, que me regresaba la energía perdida y restauraba mi deprimido estado de ánimo. Entonces comprendí que me agradaba estar en aquel ambiente místico y que con ello buscaba establecer comunicación espiritual con un ser muy superior a todos los que había conocido.
Conforme me fui concientizando más sobre la existencia del espíritu, más intentaba estar en comunicación con Dios; cuando me adentré un poco más al conocimiento de la espiritualidad, mediante la oración logré un acercamiento a la vía unitiva.
A la pregunta, ¿qué te hace feliz? ahora puedo contestar con mayor certeza: Establecer acercamientos espirituales con mi Señor, porque estoy seguro que con ello lograré establecer el equilibrio emocional que tanta falta le hace a mi ser para estar totalmente en armonía.
Dios nos dé sabiduría para entender aquello que requerimos para estar en armonía. Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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