“El camino del necio es recto a sus propios ojos, más el que escucha consejos es sabio” (Proverbios 12:15)
Difícil es entender cuando no se acepta razonar, cuando se deja vencer por la necedad de desquitar la frustración con quien no debe de ser. Perfecto no soy, pero aspiro a buscar la verdad para que me abra el camino a la humildad, porque sólo así podría perdonarme por juzgar a quien se empeña en debatir, no teniendo la razón y hace de la ocasión un caos existencial. Y no busco más ofuscación para mi corazón o el tuyo, si alguien tiene que ceder, seré yo, porque a ti te es difícil vencer tu falso orgullo, aludiendo siempre motivos muy lejanos a la realidad, para permitirte renegar por todo, aunque sea un producto tuyo.

Hombre bueno, no soy, porque bueno, sólo es el Señor, mas, él me da la oportunidad de rescatar aquello que a sus ojos todavía se conserva puro, en ello, ve el amor con que me creó para hacerme hijo suyo, y un Padre toda bondad velará siempre por salvar mi alma, para que regrese por el portal espiritual que tiene reservado para mí.

Es tal mi imperfección, que mis palabras se desvían antes de llegar al corazón de los que quiero auxiliar para que conserven la esperanza, en ellos, todo es confusión y desconfianza, generada por habitar en un mundo donde escasamente existe la necesaria compasión, y la misericordia llega siempre con tardanza.

El pobre no es más bueno que el rico debido a su pobreza, los pobres resultan ser más pobres, por no haber encontrado la riqueza de saberse elegidos por Dios, para ser los primeros en conocer las oportunidades para alcanzar la salvación; los que han llegado a acumular riqueza en la tierra, no han encontrado el verdadero significado de la abundancia, y han perdido la nobleza, por ejercer el poder y la fuerza para conseguir tener una figura espiritualmente obesa, que no les permitirá pasar por la puerta de la pureza.

No quiero en mi corazón la paz que me da la resignación, quiero la paz verdadera, la que sólo se consigue con el amor, y voy por la vida siguiendo a mi Maestro, escuchando su divina palabra para aprender la lección.

Dios bendiga a nuestra familia e ilumine con la sabiduría nuestro entendimiento, para no dejarse llevar por la confusión que suele causar la frustración de no poder disfrutar la vida como Jesús quiere que la disfrutemos.

Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares y mantenga abierta la ventana de la comunicación, para compartir con devoción su palabra y sus bondades.

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