“Venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis el reposo para vuestras almas. Porque suave es mi yugo y ligero el peso mío.” (Mt 11:28-30)
Señor mío y Dios mío, quiero caminar a tu lado, pero si tu paso es más rápido que el mío, y no puedo alcanzarte, te pido humildemente que al menos me permitas alcanzar tu sombra o seguir tus huellas, para que la luz divina que vas dejando a tu paso ilumine mi camino y la claridad de lo que es y será, fortalezca mi fe y la esperanza de saber que mi camino es el tuyo.
Difícil es seguir a Jesucristo, tan difícil como lo es el amar como él nos ha enseñado; difícil es renunciar a lo que somos, a lo que hemos hecho de nosotros mismos y hasta donde hemos llegado por no seguir sus pasos, nuestro andar titubeante, refleja el miedo que tenemos a vivir, nos hemos cargado de resentimientos y desconfianza, de vanidad y de envidia, y nuestras aspiraciones terrenales nos han desviado del camino.
No son estos tiempos diferentes a los anteriores, los hombres seguimos resistiéndonos al conocimiento de la verdad, fingimos presencia cuando estamos ausentes, fingimos entendimiento, pero privilegiamos la ignorancia.
El Señor ha venido a nosotros y no le hemos reconocido, ha pasado a nuestro lado y no lo hemos visto, ha tocado nuestro hombro y no lo hemos sentido, no ha hablado al oído y no lo hemos escuchado, se nos ha olvidado que por su infinito amor fuimos creados y que nos ha llamado hijos.
Hoy nos pide estar atentos, porque su presencia será más evidente, estemos despiertos para reconocerle y para seguirle.
Que Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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