Quien se afianza de las frágiles ramas del árbol de las ilusiones, caerá por las mismas razones por las que cae la fruta más deseada, que permanece en lo más alto para no ser tocada, así como caen las falsas pasiones, que no pueden echar raíces, por no haber sido sembradas en el suelo bendito; más, quien se aferra de las manos divinas de mi Señor, en su amor encontrará consuelo y sustento eterno en el infinito.
Difícil será querer, cuando lo que se ha de desear, resulta ser inalcanzable e inaudito, y más difícil será amar, si no se tiene lugar en el corazón para el verdadero amor, que por ser incondicional, al no pedir nada para sí, tendría que renunciar a la necesidad de ser amado, para no pecar de falsa humildad y de egoísmo desenfrenado.
La tendencia del corazón arrepentido de su mal obrar, es acogerse a la bondad del Altísimo, porque de no hacerlo, habrá vivido en la oscuridad y jamás escribirá la historia del diario de su vida, legado que para trascender tendría que heredar a quiénes le habrán de suceder, para que puedan rezar y pedir misericordia, para que el alma de su familiar pueda alcanzar la gloria.
Podría el sentimiento de orfandad debilitar a quien busca con afán el subir el pedestal de la felicidad, desistir no deberá, pues a pesar del desencanto o la tristeza, brillará por siempre en él, el valor de la nobleza, al contar con el amor de Jesucristo.
Si vivir en el espacio terrenal es tu mayor meta, no pierdas la cabeza al llenarla de la negatividad que brota por doquier, vivir se puede en la pobreza cuando el mayor tesoro es disfrutar del tiempo que Dios nos regaló para entender, que el perdonar mantiene la pureza del espíritu redentor que nos guía hacia la verdadera vida que nos espera en la eternidad.
Gratitud hoy y siempre, por la valiosa oportunidad de conocer el amor por el prójimo convaleciente, condúceme siempre Buen Pastor, por el camino de la salvación, porque soy de tus ovejas la más pequeña y desvalida, que vive anhelando contar siempre con tu amor, porque al tenerlo, no habrá otro poder mayor, que me haga caer por mi torpeza.
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